Y un día Colombia le ganó a Alemania. Y con autoridad, con solvencia, a un ritmo que solo se permitía, en este lado del mundo, en sueños. Y aunque ya ni llorar es bueno, es un eterno puñal en el corazón saber que ese mismo equipo, básicamente, acabó resignado a ver el Mundial de Catar por TV.
Parece ciencia ficción la estadística de 10 tiros totales por solo 4 del ex campeón mundial apenas con el 38 por ciento en la selección nacional del toque-toque, de la pausa, del 'mientras yo tenga la pelota, el rival no me hará daño'. Porque hoy Colombia juega a otra cosa. ¡Finalmente!
Solo así se explica un equipo que en 8 partidos marca 16 goles -después de pasar 7 sin anotar ninguno- y que solo permite 6 simplemente porque hoy viaja siempre junto por toda la cancha, porque se deja la vida en cada arranque para volver a armar la figura y porque duele, como solo ellos saben, saber que volverán al camerino con la insufrible sensación de no haber recorrido la milla más, esa que, más que un lujo, hoy es una obligación. Cuadrado y Mina demostraron que no es de nombre sino de aporte como se mantiene el lugar en una convocatoria. A quien corresponda: nadie que pretenda saltarse ese sacrificio o ralentice el juego tendrá lugar en este equipo.
Ahí radica la importancia de ganarle por primera vez en la historia a Alemania, el oponente más serio de la era Lorenzo: la presión alta, la movilidad, la ocupación de espacios en una combinación de velocidad y precisión, la versatilidad, el compromiso y la promesa cumplida del DT de salir a ganar decididamente cada partido, con o sin títulos en juego, es ahora un rasgo distintivo de esta Selección Colombia 3.0.
Pero sigue siendo un síntoma y no una recuperación de la enfermedad del alma que fue la última eliminación de la Copa Mundo. Eso, como toda revancha que se respete, se tendrá que curar en la competencia, en las Eliminatorias o la Copa América, y no en partidos amistosos que al final, mientras Infantino no logre solucionarlo, no dan títulos.
No porque se le gane a una limitada Irak o una pálida versión de Alemania se puede decir que la generación de juego sea ya una tarea cumplida: Luis Díaz, nuestro hombre más relevante en el plano internacional, necesitó de 160 minutos en esta doble jornada en Europa para volver al gol. Y eso no solo es una señal: el plan de Lorenzo aún necesita rodearlo mejor para que su capacidad, ahora en el plan de doble 9 y con más libertades en el frente de ataque, pueda resaltar.
Sin desconocer el sacrificio de Borré, hay que decir que de un delantero centro se esperan goles. Sin minimizar la tarea de Salazar y Machado como fórmulas reales en el lateral izquierdo, aún necesitan ser el tándem para Díaz que fue, por última vez, Yairo Moreno. Sin ser alarmistas, en el medio campo Barrios no llega a su tope, Uribe sigue siendo 'lagunero', Lerma, el mejor, es un riesgo latente de tarjeta, Castaño no tuvo minutos y a todos les falta 'el primer pase' que puede resolver líos en la elaboración que desnudaron los iraquíes.
Colombia 'desbloqueó el nivel Alemania' y es un baño de confianza que, de cara al reto de septiembre, era vital. El equipo ahora les duele a todos, empezando por el inexperto Lorenzo que ha ido, sin prisa pero sin pausa, cerrando bocas. Es el insumo básico. A partir de ahí solo queda trabajo y algún traspié que de ninguna manera se podrá interpretar como una tragedia. El capullo da la idea de una noticia feliz, pero todavía falta mucho para presenciar el nacimiento de la mariposa.