¡No hay injusticia que borre lo que ha hecho Colombia contra Brasil! Es inevitable la amargura, sí. Duele no ver en el marcador el resultado de un sacrificio conmovedor, un partido intachable, un esfuerzo descomunal. Pero nada borra el PARTIDAZO que se jugó el equipo de Rueda en Río de Janeiro. Nada en absoluto.
Una jugada fuera del reglamento, llena de polémica, sentenció la caída 2-1 en tiempo de adición y todo acabó dejando frustración en el equipo nacional, que jugó un gran partido. Eso es lo que importa. Lo demás escapa a los análisis, a las evaluaciones. hay que esperar a ver en qué puesto acaba y quién será el rival, pero lo de esta noche no tiene mancha, no tiene fisura, es una presentación inobjetable.
Brasil era una gran amenaza pero muy pronto emergía la figura de Cuadrado para traer, más que calma, júbilo: hermoso centro le servía a Díaz y mejor era la pirueta del guajiro para lanzarse de media vuelta y definir, potente y arriba: ¡el gol más lindo de la Copa!
Y el agotado Cuadrado provocaba la amarilla para Alex Sandro a los 13 minutos que lo condicionaba, y todavía tenía cuerda para ir a la banda a desarmar a Neymar, y era el indiscutible, el de siempre, el nuevo líder de Colombia, el eje del primer equipo que logró anotarle a la temible Brasil en esta Copa.
Debía ser el mejor inicio de toda la era Rueda. Pero el de en frente seguía siendo una amenaza: escapaba Neymar de la marca, más bien tímida, de Borré; le tocaba a Zapata recuperar en su área la pelota para desactivar otro ataque; Gabriel Jesus no podía con la firme marca de Tesillo y el sacrificio era el sello, el rasgo más importante de esta combativa selección nacional en un primer tiempo sencillamente inobjetable.
Un detalle no menor: terminaba el primer tiempo sin que Brasil, la fiera, tuviera una sola opción de gol. Colombia tampoco, es verdad, pero la que tuvo la puso en el marcador.
Tite le sacó un comodín a Rueda en el complemento con un Firmino que, como se esperaba, fue un dolor de cabeza porque fijó las marcas y le abrió un espacio a Neymar, cuyo primer remate, en todo caso, se hizo esperar hasta los 56 minutos. Algo muy bueno se estaba haciendo para neutralizar a semejante banda.
Se fueron Borré y Zapata por Cuéllar y Borja porque había que lanzar un tanque de oxígeno al campo para esos batalladores que aguantaban, sin la pelota -corrieron siempre detrás de ella-, un apretado triunfo que estuvo en serio peligro a los 65, cuando Neymar recibió un lujo de Firmino pero la estrelló en el palo... porque también la suerte juega su partido.
Pero entonces llegó la polémica: una pelota que rebotó en el árbitro Pitana le quedó a Firmino y el remate se le fue a Ospina, quien se quedó esperando el balón a tierra que se exigía. Gol válido sí, pero ¡qué polémica!
Y para rematar se jugaron más de diez minutos de adición y vino un error, ya producto del agotamiento y la rabia, una desatención de Mina sobre Casemiro que le permitió anotar el agónico 2-1.
Al final, Colombia no pudo entrar más en el juego, se picó todo, se vinieron los roces y las peleas, las amarillas (¡no juega Cuadrado en cuartos!) y fue una derrota, que clasifica igual a la tricolor a cuartos, es verdad, pero deja el sinsabor de haber podido derribar al Golliat de la Copa y esa es la amargura de los colombianos. En todo caso, tranquilos muchachos, que se dejaron la piel, que compitieron con altura y valentía, que sin importar nada más, ¡jugaron un partidazo!