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Eduardo Niño, el único colombiano del cuerpo técnico de la Selección
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Eduardo Niño, el único colombiano del cuerpo técnico de la Selección

Es el preparador de arqueros y se ganó la confianza de José Pékerman.

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16 de noviembre 2014 , 09:59 a. m.

Jadeante, vestido con el uniforme de Millonarios, Eduardo Niño llegó a su hogar luego de su exhausta jornada de entrenamientos.

–¿Qué tienes?

Me duele el pecho, le respondió a Pilar Rentería Maglioni, su esposa.

Puede ser algo digestivo, ve a una droguería y tómate una pasta que se llama isordíl, pero eso no es nada grave, le sugirió el entonces médico del equipo ‘albiazul’.

–Vámonos para la clínica, le insistió Pilar.

–Señor Niño, usted está en un proceso de infarto coronario. Hay tres opciones: una operación a corazón abierto para liberarle una arteria atrapada, implantarle un stent, o tomarse unos medicamentos de por vida, le indicó el galeno que lo valoró.

–Se me acabó la carrera, exclamó Niño.

Desde ese inesperado cese a su actividad como arquero, Niño convirtió en rutina ingerir, infaltable, amlodipino, aspirina, simvastanina y verapamilo.

Un problema congénito se juntó con la desmesura de los entrenamientos otrora habituales hacia los arqueros, y lo hizo renunciar. Tenía 34 años de edad, sumaba 17 en su carrera de accidentes y glorias, y estaba recién casado.

“Los entrenamientos eran muy fuertes. Hasta que el arquero no vomitara, no paraban, y uno salía gateando. Pero era algo normal, porque no teníamos conocimiento de otra cosa. Decían que el arquero no le podía tener miedo al balón y la reacción se trabajaba tirándole el balón a uno a la cara a un metro de distancia”.

Niño, o ‘Yayo’, como le dicen sus cercanos, se salvó de la prematura pérdida de su vida. Poco después, se matriculó en la Universidad Libre de Bogotá y egresó como Licenciado en Educación Física, con énfasis en entrenamiento deportivo.

Y continuó adorando el césped. Al tiempo que bajaba la persiana como arquero, iniciaba, también con Millonarios, su nueva etapa como entrenador de goleros, con los argumentos para refutar que el entrenamiento que él recibió era desmedido, inhumano. “En el Mundial de Italia 90, nuestro entrenador de arqueros era Hernán Darío Gómez (AT de Francisco Maturana), pero cuando llegué al América me encontré con el doctor Ochoa Uribe, y él le encargó ese trabajo a Reynel Ruiz”. Entonces, ‘Yayo’, quien además tiene un posgrado en teoría y metodología del entrenamiento en la Escuela Nacional del Deporte, sumó argumentos para que se tomara conciencia de que “el entrenamiento ahora es científico y tiene que ver con el estado emocional del jugador. Ahora se prioriza es el cuidado del deportista”, asegura.

También sumó créditos para ser distinguido como el único colombiano en el cuerpo técnico de la Selección. Contrario al sentir de todos sus connacionales, Niño asegura que por su característico perfeccionismo y el deseo de que no se quedara nada al azar, no disfrutó el Mundial más disfrutado por los colombianos, Brasil 2014.

‘A Pékerman le pagan por pensar’

Su palmarés, que incluye participaciones con la Selección Colombia en dos mundiales juveniles y uno de mayores, dos copas América, tres campeonatos locales con América y una Merconorte con Millonarios; además del proceso como entrenador de arqueros de la Selección que inició en el 2007 por una invitación del entonces seleccionar Jorge Luis Pinto, debió ser revalidado tras la llegada de José Pékerman al combinado nacional.

Niño superó sin dificultades la ‘prueba de admisión’, y luego prefirió que fueran David Ospina, Faryd Mondragón y Camilo Vargas su mejor carta de presentación. “La única voz oficial de la Selección es el profesor Pékerman. Entonces, evito que me pregunten de lo que no voy a responder”, concluye.

No obstante, en la intimidad del seleccionado nacional cuenta con un lugar de privilegio. “La cena es un momento muy importante para los argentinos, se disfruta. Ellos son muy buenos conversadores. Pékerman habla de política, economía, de la dictadura de Argentina… Es muy culto. Además, Néstor Lorenzo ha sido mundialista como jugador y asistente técnico, Patricio Camps es uno de los más grandes goleadores en la historia de Vélez Sarsfield y Pablo Garabello es un monstruo, tiene un enorme conocimiento de la parte táctica”, ponderó Niño.

Y es que el trabajo del cuerpo técnico del seleccionado nacional es tan silencioso como eficaz. “Ellos tienen una oficina en Bogotá y van todos los días a trabajar, como cualquier empleado. Analizan la mayor cantidad de jugadores posibles, ¡se la ganan bien ganada!”.

Un método de entrenamiento moderno y que antes era desconocido por Eduardo Niño. “Yo veía el canal del Real Madrid cuando era dirigido por Vicente del Bosque, quien luego fue el DT de Óscar Córdoba en el Besiktas de Turquía. Un día le dije a Córdoba que Del Bosque en el Madrid solo entregaba los petos y miraba a sus jugadores. Fue cuando Óscar me dijo, ‘no, es que a él le pagan por pensar y por tomar las decisiones acertadas’. En la Selección es exactamente igual: Pékerman es un tipo pensante, observador”.

A la ‘Sultana del Valle’

Es como si tuviera a Cali a sus pies. “Tengo la mejor vista de la ciudad”, se precia Eduardo Niño desde el balcón de su apartamento en el oeste de la capital del Valle. Desde allí, ‘Yayo’, hoy con 47 años, clava su mirada en el estadio Pascual Guerrero, y parece sentirse tan agradecido como dolorido. La ‘tapia’ que le hizo Víctor Aristizábal –por la vuelta de los cuartos de final de la Copa Libertadores entre América y Nacional– aún le duele. Fue en la noche del 20 de mayo de 1992; Niño aún se retuerce.

“Aún tengo pesadillas de esa lesión, se me cruza por la mente. Fue muy duro superarlo”, cuenta Niño sobre su primer accidente, su lesión de hombro. Luego, seguiría pasando por el quirófano: “Tengo dos operaciones de hombro, una de nariz, de un dedo, tres de la rodilla izquierda y dos de la derecha, además del cateterismo”.

Y es que si Niño hubiese tenido autoridad sobre su decisión, quizá no tendría hoy ese dolor. Tampoco se hubiera coronado campeón con América (1990), ni hubiera ido luego al Botafogo de Brasil, ni conocería a su esposa, ni hubieran nacido sus hijos, Miranda y Salvador.

No fue suficiente que Niño acudiera a los altavoces mediáticos para expresarles a los hinchas que él no quería abandonar el conjunto ‘Cardenal’, el equipo con el que debutó en la profesional (agosto de 1985), donde también se estrenó como futbolista y ha dirigido (e) su hermano, Heriberto, y el que lleva en sus entretelas su padre, Heriberto. “Él nos enseñó a amar el fútbol y nos decía que teníamos que ser del Santa Fe”. Sin embargo, Niño se hizo simpatizante de Millonarios.

Esa noche en la que Niño sufrió la fractura de su hombro, se encontraba en la otra portería René Higuita, un infaltable en la vida profesional del entrenador de arqueros del Cali y del seleccionado colombiano.

El infortunio de René Higuita le brindó a Niño la oportunidad de atajar en el Mundial juvenil de la Unión Soviética en 1985 –Niño también fue titular en el Mundial juvenil de 1987–. Luego sería suplente de Higuita en la Copa Mundo de Italia 90.

“René es tan buen amigo, que uno no tenía razones para decirle que no hiciera algo, es el ‘loco’. Él decía que si se volaba antes de los partidos, tapaba mejor, y era verdad, pero no le duró tanto. Hubiera podido haber hecho más historia. Es un tipo que sir ser estudiado, tiene una enorme sabiduría”.

Niño e Higuita ahora entrenan a quienes, como ellos, eligieron seguir adorando el césped, como lo suele hacer Niño todas las mañanas camino a la sede de entrenamientos del equipo ‘azucarero’. “Nadie me reconoce, ni los policías de tránsito, solo se dan cuenta cuando entrego los papeles”, cuenta el único integrante colombiano en el cuerpo técnico de la tricolor nacional; tan disciplinado en su trabajo como para la ingesta diaria de las cinco pastillas que le han permitido alargar su vida.

 

Héctor Fabio Gruesso
Para EL TIEMPO

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