En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de
terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística,
optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada
con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa
navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo
deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Es como en cada final de semestre o del año en el colegio: todo lo que se hizo mal pasa factura y, como no queda otra sino los exámenes finales para el evitar la catástrofe, pues hay que memorizar todo lo que se pueda sobre la hora y rezar, rezar mucho para que el profesor se apiade y el castigo se pueda evitar.
Solo que esta vez el profe, Reinaldo Rueda, ha sido uno de los erráticos dentro del proceso y también anda 'pegado a todos los santos' para evitar una condena, que no es otra que la eliminación de la Selección Colombia del Mundial de Catar. Los exámenes finales se llaman Bolivia y Venezuela y a ellos hay que apostarle los restos.
El asunto inevitable es mirar hacia atrás y ver cuánto de esta angustia se hubiera podido evitar. A riesgo de sonar como mamá regañona, vale decir que el camino que arrancó tan bien se fue enredando por pura incapacidad propia, aquí no hay culpas de árbitros, de VAR, de rivales, de ningún factor externo.
No se puede entender -aunque sí que vale la pena revisar el video para saber qué se hizo bien-, cómo es que esa historia feliz que arrancó con la goleada 3-0 a Venezuela y el meritorio empate 2-2 en casa de Chile, acabó dando paso a esta debacle del duelo contra Uruguay en Barranquilla (derrota 3-0) y la tristemente recordada goleada de Ecuador en Quito (6-1), que se pagaron con la cabeza de Carlos Queiroz.
Más difícil es entender que el prometedor proceso de Rueda, que arrancó con otra goleada 3-0 a Perú en Lima y un empate 2-2 contra Argentina en Barranquilla, diera paso al 1-1 contra Bolivia que acabó siendo una oportunidad perdida pues casi todos los rivales directos ganaron en La Paz, o al triunfo 3-1 contra Chile de local que era como una confirmación de que el tercer lugar en la Copa América de Brasil no había sido un accidente y que estaba todo en manos propias para no sufrir el camino a Catar.
Lo lamentable es que vino la epidemia de empates, más dañina que el covid para los intereses nacionales: empates sin goles a Ecuador, Brasil y Ecuador -los dos últimos en Barranquilla-, el magro empate 0-0 contra Paraguay y la sucesión de derrotas contra Brasil (1-0), Perú (0-1) y Argentina (1-0) que minaron de caos y desconfianza todo el proceso.
Colombia es el equipo que más empató en todas las Eliminatorias (8 veces), el dueño de un penoso récord de partidos sin anotar (7) que amenaza con ser marca mundial -el último se lo hizo Luis Díaz a Chile- y el que menos claro tiene el panorama para avanzar.
Pero también es el que menos partidos perdió (5, misma marca de Ecuador) y eso es una semilla, pequeña y todo, pero al fin semilla de esperanza. A eso y a un dato no menor de su clasificación a los últimos mundiales, en los que no perdió sus partidos finales de las Eliminatorias: empató 3-3 y venció 2-1 a Paraguay camino a Brasil 2014 y derrotó de nuevo 2-1 a Paraguay e igualó 1-1 en casa de Perú en el remate hacia el Mundial de Rusia 2018.
Sí, suena a consuelo de tontos porque en esas ocasiones tenía el ahorro de puntos del que hoy carece y que hace que ocupe el séptimo lugar de la tabla, a tres puntos del sexto (Chile, 19), cuatro del quinto lugar que da cupo a repechaje (Perú, 21) y cinco del último cupo directo al Mundial (Uruguay, 22). Pero es lo que queda. Hasta aquí nos trajimos todos. Ahora no queda sino camándula y actitud, esa que no se vio en Córdoba hace dos meses. ¿Existe todavía? ¡Pruébenlo!