La Selección Colombia, en los ojos de sus más fervientes hinchas

No se dejó ver el sol en Barranquilla. Una nube gris, que amenazó con lluvia desde la mañana, se estacionó en buena parte de la ciudad y permaneció, especialmente, sobre el estadio Metropolitano, que era un hervidero desde las primeras horas.

No brilló el sol, y eso jugó a favor de Bolivia, pero ni lejanamente se fue el calor. La humedad, uno de los atractivos de Barranquilla, se dispara aún si hay brisa. Y la ropa se pega, incomoda, pesa. Esperemos que lo sientan también los bolivianos.

Parecía que llovía pero eso, como ocurre siempre, no hace más que alentar el fervor de los niños, que acudieron en masa a apoyar al Selección Colombia contra Bolivia.

Bebés con camiseta de James, niñas con elaborados peinados que hablaban de la sonrisa del '10' colombiano, niños por cantidades que anticipaban goles de Muriel y Bacca, pero más de Bacca: de 11 niños entrevistados, ni un solo falló en anticipar un gol del orgullo de Puerto Colombia.

La algarabía que armaron cuando llegó el bus de la Selección al estadio no tiene nada que envidiarle a ninguna estrella de pop. ¡Colombia, Colombia! gritaban casi desesperados mientras veían las manos de sus ídolos, detrás de los vidrios oscuros, moviendo las manos. No supieron si alguien atinó a verlos, pero se hicieron notar como para que nadie pudiera ignorarlos.

La fe de un niño casi da envidia. “Gana Colombia. ¿Cuánto? 10 a cero!”, decía uno de ellos, mostrando orgulloso el desorden de sus dientes.

Ya en el estadio la confianza se palpitaba igual. Chicos de todas las edades, de la mano de sus padres, buscaban desesperados un huequito por donde ver el túnel de salida de los equipos. El de las gafas, de unos 10 años, regañaba a su papá: “te dije que viniéramos temprano (llegó casi tres horas antes del partido). Ahora qué, pasa Ospina y qué, ni lo voy a mirar. Ni me va a ver. Te lo dije”, decía furioso. No se atrevía el padre a contestar, menos nosotros a preguntarle.

Lo saben todo de todo el equipo. Dos chicos de unos 12 años hasta nos resolvieron el tema James: “yo me iría, no importa si el Real Madrid”, decía uno. Y el otro le respondía, sonriendo: “es el Real Madrid, viste?”. “Si –volvía el analista-. Pero ponlo en Bayern Múnich, en Juventus, a ver si es que no va a ser campeón”. Y sí, en eso ambos estaban de acuerdo.

Lleno de sonrisas de niños lucía el estadio, como debe ser, como algún día tenemos que ser capaces de ir a ver el fútbol. Niños y grandes con camisetas amarillas, marcadas con los nombres de los ídolos. Muchos se ‘dieron la pela’ y pagaron ‘los 90 mil pesos que pedían los revendedores a la entrada de las tribunas y hasta el millón y medio que se atrevían a pedir por una entrada de occidental. A algunos les alcanzó para las gafas de $5.000 en los cientos de puestos ambulantes.

Vuvuzelas, gorras, dos cervezas y hasta un almuerzo se consigue por ese monto. Y eso que el rival es Bolivia, un equipo eliminado.

Hay niños, ha alegría y hay fe. Viene Colombia por tres de los seis puntos que requiere en esta doble jornada de eliminatoria. ¡Va por ellos!

Jenny Gámez A.
Editora Futbolred
Barranquilla
*Por invitación de DirecTV