El fraude y el fútbol

Lo que indigna en los goles con la mano en el fútbol mundial es el desenfreno de sus autores al celebrarlos. Hacen de la trampa un arte y lo justifican con cualquier razón vacía.

Protagonistas han sido Diego Maradona, con la Selección Argentina. También Raúl, con Real Madrid; Messi, con Barcelona; Sergio Agüero, con Atlético; y hata un tal Marco Lazaga en episodio reprochable por los antecedentes del autor y sus implicaciones en un ascenso forzado del Cúcuta en 2015.

En el caso de Raúl Ruidíaz, de Perú, para eliminar a Brasil, la confusión reinó por la falta de autoridad de los árbitros, sus suplicas a los superiores pidiendo ayudas tecnológicas inexistentes, por no estar aplicadas, los largos minutos de suspenso con perplejidad del mundo futbolero por la evidencia de la infracción, y la extraña gratitud de Ricardo Gareca, técnico beneficiado, por la aprobación del pecado. La soberanía del engaño.

Al arbitro Andrés Cunha, de Uruguay, no lo vieron los brasileños como un “asesino”. Ya tenían identificada la víctima a la que destrozaron con crueldad. El culpable no era el juez. Era Dunga, porque la mano fue un hecho fortuito y la incapacidad del entrenador evidente, según ellos.

En su hoja de resultados no había aliento para su continuidad, desde el 1-7 con Brasil en el mundial. En la Copa América actual, cuatro puntos de siete, sin importar el 7-1 con Haití.

El mundo del fútbol revuelto, cuando mas rueda la pelota. En Europa el furor es la violencia, en un lenguaje para sordos, que conduce a que el espíritu destructor de los hinchas, se imponga por goleada a los dirigentes. Estos, como Joseph Blatter, se regodean explicando pecados del pasado como pésimo ejemplo para los deportistas presentes.

¿Cómo pedirle juego limpio a un futbolista, si los patrones incurren o incurrieron el fraude futbolero?

Esteban Jaramillo Osorio
Especial para Futbolred
En Twitter: @estejaramillo