Opinión

¿Quién quiere ser Pochettino?

Opinión de Nicolás Samper sobre la llegada de Lionel Messi a PSG.

Columnista Futbolred Foto: A. particular


10 de agosto 2021, 10:58 a. m.
El anuncio de la llegada de Lionel Messi al París Saint Germain ha creado el equipo más poderoso, en teoría, del que se tenga noticia, pero también generó el abismo más grande que pueda existir en torno a la relación éxito-fracaso en el fútbol, incluso más grande de la que desde tiempos inmemoriales creó el Real Madrid a mediados de los años 50 y que llegó a su cénit con aquellas versiones de los “Galácticos” en la década del 2000.
Porque, y suena curioso, cualquier obtención de tres puntos que sume el equipo parisino -modesto club que fue fundado en el año 70 y que más allá de sus millonarias inversiones de los últimos tiempos no ha conseguido llegar a ser el club más ganador en Francia, honor que todavía -seguramente por poco tiempo- continúa siendo propiedad del venido a menos Saint Etienne- será tomado como algo que es apenas normal. El éxito, el triunfo, la posibilidad de cantar una victoria a todo pulmón se devalúa un poco por la disparidad del PSG frente a los demás adversarios de su entorno. Entonces vencer, más que una catarsis y un hecho que consume una cantidad de factores resultará siendo apenas un trámite de escasa cotización. La lógica y la teoría lo indica así. Y los torrentes de dinero son inversamente proporcionales a la posibilidad de lograr la épica. ¿Cómo no va a ganar el PSG su liga? ¿Cómo puede ser posible que con esos nombres el PSG no se adueñe de la Champions League un par de años? ¡Si no lo consigue todo, es mejor que se dediquen al tenis! Esas son las frases más comunes que se oyen ante la edificación de un proyecto ambicioso pero arriesgado.
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Ahora, la derrota se transforma en una palabra prohibida porque -en teoría- no se puede perder nada contando en un equipo con Neymar, Di María, Navas, Donnarumma, Marquinhos, Verrati, Paredes, Ramos, Hakimi, Wijnaldum y Messi. Nada es nada. La palabra ganar es una exigencia, más allá de que el inconsciente marque que, además, sea apenas un hecho cotidiano. Y en medio de este lugar está Mauricio Pochettino, enfrentando esa realidad: la de la sobredimensión de la derrota y la de la normalización del triunfo y hasta la subvaloración de su propio mérito como DT si es que la consigna común que abarque este proyecto sea ganar, se cumple. En caso contrario, si cae alguna vez -que lo hará- sus derrotas no costarán tres puntos, sino seis. Y si el rival es modesto, pues costarán nueve puntos.
No ha sido el único que le tocó estar en esa posición: entrenadores de altísima capacidad como Carlo Ancelotti, Laurent Blanc, Unai Emery y Thomas Tuchel, sucumbieron frente a esa distorsión de la relación éxito-fracaso. Ahí estará el reto de Pochettino: poder devolver de alguna forma el valor correspondiente a cada uno de estos calificativos -que resulta casi imposible- y de paso demostrar que sus ideas fueron tan importantes como los individuos que fueron elegidos para llevarlas a cabo en la cancha.
¿Y en Sudamérica cómo quedamos con el armado de esta potencia? Con el precio del dólar a 4 mil pesos hoy, el único Messi al que podrá aspirar cualquier plantilla de estos lares es Messiniti, atacante del Once Caldas.
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