Prendería
Opinión de Julián Capera sobre el negocio del fútbol en Colombia.
Julián Capera Foto: Archivo particular
Por:
Julián Capera B.
29 de julio 2023, 02:03 a. m.
Se compra y se vende. Sobre todo lo segundo y no necesariamente bien. El ‘mercado de pases’ (como popularmente se denomina al periodo de transferencias de futbolistas) vuelve a retratar la realidad del fútbol profesional en Colombia: cada vez más lejos de las ligas poderosas del continente. Eso sí, una central de abastos con productos de buena calidad a precios realmente cómodos para los compradores que gozan de buen capital.
Poco se gasta. Hace un buen rato ya que las mejores incorporaciones para los torneos en Colombia, en la mayoría de los casos, son gracias a hábiles jugadas de los equipos para rescatar a algún talentoso que se llena de polvo en un club extranjero donde no lo quieren o fruto de la paciencia del que espera agazapado la terminación de los contratos para negociar con agentes libres y no tener que pasar por la engorrosa y costosa tarea de convencer a otra institución. Una dinámica que cambió las reglas del juego y que ahora ha puesto en aprietos a los mismos clubes. Cada vez más, los futbolistas buscan cumplir sus contratos hasta el final y negociar directamente con su nuevo empleador, sin dejar nada al anterior.
Se intenta entonces fortalecer el scouting y olfatear desde edades tempranas en algún rincón olvidado del país al próximo crack. No tanto para que le dé gloria al equipo – sino más bien para que, al venderlo rápido, deje mucho dinero.
A pesar de ese panorama, mucho se vende aún. Según el más reciente reporte de FIFA, Colombia está entre los diez países con mayor número de jugadores transferidos a ligas extranjeras. Por encima de España, Bélgica, Países Bajos y Uruguay, entre otros. Solo el año pasado se registraron 711 contratos de futbolistas colombianos en federaciones externas. Además, para el Observatorio del Centro Internacional de Estudios del Deporte (CIES, por sus siglas en inglés), nuestro país es el tercero en el mundo con mayor incremento (41%) de este tipo de operaciones durante el último lustro.
¿Entonces por qué cada vez luce más empobrecido nuestro fútbol? ¿A dónde va la plata? Lo primero es que, aunque para los simples mortales sean cifras escandalosas, para el negocio del fútbol no es tanto cómo debería. Si los apellidos de los nuestros tuvieran algún ‘INHO’ al final, seguro sus valores se multiplicarían con facilidad. Así el talento sea el mismo, el pasaporte fija topes presupuestales. Tiene que ver con el pasado reciente de los nuestros en las ligas top: su comportamiento, su capacidad de adaptarse al cambio, de sobrevivir a técnicos exigentes. Seguro también con no haber estado en la última Copa del Mundo. Sin embargo, y más allá de eso, es evidente que la plata entra no siempre es abono para una buena siembra en términos de reinversión.
Es tanto el talento del futbolista colombiano que logra sostener un negocio mal ejecutado. Un negocio en el que él no suele ser la prioridad. Y justamente por eso, el circulo no se cierra. Los dueños no ganan lo que podrían ganar, el oro no siempre termina en las manos más adecuadas y el gran perdedor es el hincha que empeña su corazón.