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Un resbalón en la piscina y un golpe fuerte en la cabeza. Desde Bérgamo hasta Bogotá hubo pavor de acuerdo a las noticias que llegaron desde Italia. Luis Fernando Muriel terminó con algunos puntos en la cabeza y un susto de aquellos pero por cuenta de ese traspié su talento no pudo estar presente en el partido Atalanta-Brescia. La vida suele ser así de endeble, de frágil y de cruel cuando el destino se lo propone.
Porque claro, de una la mente trae consigo el recuerdo de Santiago Cañizares que, por culpa de un vidrio que saltó del frasco de colonia que tenía en el baño, se rompió el tendón de aquiles y se perdió la Copa del Mundo 2002 cuando iba a ser titular. O la vez que ese fantástico goleador llamado Hugo Gottardi se estaba preparando para un clásico contra Millonarios. Aquella noche en la concentración de hotel -recordaba el goleador de Estudiantes, Racing y Santa Fe- le dio por hacerle caso a su apetito y fue hasta el minibar para sacar unas salchichas enlatadas y engullirlas antes de dormir. La historia cuenta que destapó la lata, se comió el manjar y en algún instante olvidó la hojalata que cerraba el empaque. En algún instante Gottardi se levantó de su lecho y cuando fue a incorporarse pisó la afilada tapa y sufrió un largo corte que lo hizo perderse de la cita contra los azules. Surrealismo en estado puro.
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Ever Banega, que hoy por hoy es el patrón del juego en Sevilla dejó su automóvil sin freno de mano y al rodarse, aprisionó su pierna contra un borde. El resultado fue fractura de tibia y peroné. Peor, eso sí, la pasó Victorio Casa, legendario “carasucia” de San Lorenzo de Almagro que un día decidió poner música suave en su carro y hablarle al oído a su novia en medio de la noche en un descampado. Lo que nunca pudo saber Casa es que estaba al lado de un campo vigilado por militares; que la música de la radio no lo dejó escuchar las advertencias de un soldado que disparó al ver que nadie hacía caso a sus indicaciones. Por cuenta de los balazos perdió su brazo derecho y su carrera se fue apagando.
Ese extraño manual de tragedias abunda y ha abundado y a partir de la caída Muriel es imposible dejar de pensar en Chic Brodie, arquero inglés. Atajaba en Brentford, en 1970 y estaba en el campo durante un encuentro ante el Colchester cuando, en pleno partido, ingresó un juguetón perro al campo detrás del balón. La redonda fue de pie en pie hasta que un zaguero del Brentford se la devolvió a Brodie. El 1 la agarró con las manos -que se podía en esos tiempos- y el perro saltó a la caza de la pelota chocando con la rodilla del pobre Brodie, incapaz de levantarse ante el impacto canino.
Su rodilla quedó destruida: el golpe con el hocico del animal le reportó lesión de ligamentos y claro, fue el punto final de su trayectoria en el fútbol profesional.
La vida a veces obra de extrañas maneras, sin duda. Para bien y para mal.