Las coronas del rey negro
Un homenaje para 'O Rei' de Julián Capera. Pelé deslumbró y su huella quedará para la eternidad
Pelé Foto: EFE
Su palacio y su corte. Estadio Maracaná, 85.000 testigos. Es 1968 y Pelé ya tiene dos Mundiales en su vitrina. A su reino llega otra reina. Una reina reina blanca que ha cruzado el Atlántico para conocerle. Es la hija de los duques de York que ha venido a estrechar la mano del nacido en Três Corações en un partido entre la selección paulista y su par de Río de Janeiro. El día en que Pelé marcó su noningentésimo gol, fue también el día en que recibió de manos de la reina Isabel II un trofeo por primera vez.
Veintiocho años antes había nacido en Minas Gerais aquel que un día se iba a sentar en el trono más brillante de todos. Uno cuyo dominio trasciende fronteras geográficas y raciales, el de la patria del fútbol. De nombre Edson por un error tipográfico: su papá quería que fuera Edison, como Thomas Alva -el inventor de la bombilla-, porque el día del nacimiento de Pelé se instaló la luz eléctrica en el barrio. Y fue profético: Pelé fue luz. Luz para su barrio de canchas rotas y pies lastimados, de pelotas de trapo y casas estrechas. Luz para su país y para el planeta fútbol, que hasta entonces nunca había tenido un soberano como él: “Durante el Mundial de 1958, los niños suecos solían tocarme la cara para comprobar si no estaba pintado, nunca habían visto a nadie de mi raza negra”, contó alguna vez el astro brasilero.
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Un rey capaz de frenar una guerra, al menos por unas horas. Cuenta la leyenda que en 1969, en plena contienda civil de Biafra en Nigeria, el conflicto armado se detuvo durante un fin de semana porque Pelé visitaba el país para jugar dos partidos amistosos. “Durante 72 horas, el fútbol fue más importante que la guerra”, registró la revista ‘Time’ en 2005.
Treinta años después de aquel primer encuentro entre reina y rey, Pelé recibió el título de Caballero Comendador Honorario del Imperio Británico. Coronado por segunda vez quien ya para entonces era el único futbolista en la historia con tres títulos del mundo en su vitrina.
Un rey que seguirá teniendo trono en los corazones de los futboleros. Incluso en los de aquellos que no coincidimos en la era en la que rindió el mundo a sus guayos, pero reconocemos y agradecemos su legado. Al momento de escribir estas líneas, los ´três corações´ de Pelé luchan por seguir latiendo. Si este es el tiempo de partir, seguramente le estarán esperando otros reyes para coronarlo por tercera vez y para ceñirlo con la eternidad de la que gozan aquellos que logran trascender las fronteras de los años y las generaciones para seguir viviendo en el recuerdo y el relato colectivo. ¡Viva Pelé!¡Viva para siempre!