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Alberto Gamero enfrenta su más crítica situación como entrenador de Millonarios. La afición que no hace mucho lo ovacionaba ahora pide a gritos su salida y él, que es la envidia de sus colegas por tener una nómina con Falcao a la cabeza, parece atorado en un laberinto.
Y es que lo que está en duda ahora, que los resultados no acompañan, no es solo su continuidad, que al final todos los entrenadores reconocen como una amenaza latente en sus carreras, sino la identidad que logró darle al equipo en cuatro años y medio al frente.
De su mano Millonarios se hizo reconocible en el plano local e internacional como un equipo francamente ofensivo, equilibrado, intenso, efectivo y eficiente, sólido. Todas esas virtudes se han ido desluciendo desde la fatal presentación en la Copa Libertadores, en la que no ganó un solo partido y no llegó siquiera a la Copa Sudamericana, un golpe que pareció extender su efecto a la Liga donde casi nada ha vuelto a ser lo de antes.
El actual equipo de Gamero carece de esa intensidad en marca y en ataque, le cuesta generar y muchos más finalizar y esos que antes parecían jugadores tan solventes, ahora cometen tantos errores que no parecen ser los mismos de hace menos de un año.
¿Inocente o culpable?
Todas las miradas apuntan a Gamero y tienen razón, es responsable de lo bueno y lo malo. Pero puede que no sea el único.
Si se tratara solo de sus méritos durante todo el proceso, la realidad es indiscutible: 232 partidos, 112 victorias, 63 empates, 57 derrotas, un rendimiento de 57 por ciento y una vitrina con tres trofeos: el de Liga, el de Copa y el de Supercopa. Él mismo presume de haber clasificado a semifinales en los últimos 7 torneos y no le falta razón: en el medio local navega con suficiencia.
Números de Gamero en MillonariosFoto: Sofascore para Futbolred
El problema es que el dato corresponde solo a la Liga y que su gran lunar al frente del azul siempre fueron los torneos internacionales: 22 partidos, 5 victorias, 6 empates y 11 derrotas apenas le dan el 32 por ciento de rendimiento fuera de las fronteras. El problema es que unas veces lo sacaron de carrera equipos muy superiores como Atlético Mineiro, pero ahora sus verdugos son Bolívar y palestino: el drama se cuenta solo.
Por eso hoy se habla de ultimátum, de tres partidos, del fin del ciclo. La diferencia es que la paciencia y el respaldo que supo ganarse antes, cuando sacaba petróleo de las piedras y se mantenía firme en juego y en resultados echando mano de la cantera y de algún jugador libre al que solo él lograba potenciar, ya no existe más.
Hoy Millonarios sale al mercado por 9 refuerzos, vive en su más ambiciosa empresa, Falcao García, y se viste de equipo grande, de esos a los que ya nos les alcanza con ganar bien sino que exige que sea consecuencia de un juego vistoso, justo eso que hoy parece una foto en sepia, lejana y difusa. El respeto se lo tributará por mucho tiempo el equipo azul. Pero si no repunta ahora no puede esperar que su único respaldo sea la nostalgia de lo que fue. Él sabe bien que, si no le encuentra la vuelta a esa super nómina, se cumplirá una sentencia: cuando el hambre entra por la puerta, el amor sale por la ventana.