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AdrianoFoto: Tomado de Instagram / @adrianoimperador
Por:
Andres Julian Abril Gomez
12 de noviembre 2024, 08:56 p. m.
Uno de los jugadores a inicio del milenio que más dieron de que hablar en el fútbol mundial fue el brasileño Adriano. El delantero tenía grandes condiciones e incluso muchos lo compararon con Ronaldo Nazario cuando estaba en su mejor momento.
Adriano tuvo un gran paso por la Serie A. El jugador brilló en el Inter de Milán donde estuvo en tres ciclos y también pasó por clubes como la Fiorentina, Parma, Flamengo, Roma, Athletico Paranaense y Miami United donde finalmente se retiró en 2016.
Aparte de su carrera deportiva, el brasileño tuvo muchos problemas los cuales comenzaron con el fallecimiento de su padre donde cayó en depresión y esto comenzó a generarle conflictos de todo tipo.
Pues bien, años después y ya retirado, Adriano siguió dando de que hablar ya que vive en la favela de Vila Cruzeiro y se le ha visto en varias ocasiones en mala condición a causa del alcohol.
Sin embargo, tras una vida de aciertos y errores, el brasileño reveló una carta al mundo a través del medio The Players Tribune este martes en donde se mostró arrepentido de muchas cosas y aseguró que pudo dar más en el fútbol. Incluso se llamó “el mayor desperdicio del fútbol”.
El duro testimonio de Adriano sobre su carrera y su vida
“Sé lo que se siente ser una promesa, y también una promesa incumplida. Yo soy el mayor desperdicio del fútbol. Me gusta esa palabra: ‘desperdicio’, porque estoy obsesionado con desperdiciar mi vida. Estoy bien así, en un desperdicio frenético, disfruto de ese estigma.
No tomo drogas, como intentan demostrar. No me gusta el crimen, aunque podría haberlo hecho. No voy a discotecas. Siempre voy al mismo lugar de mi barrio. Bebo cada dos días, sí. Y los otros días también. Bebo porque no es fácil ser una promesa que sigue en deuda.
Me llaman ‘Emperador’. Un tipo que dejó la favela para recibir el apodo de Emperador en Europa. ¿Cómo se explica? No lo entendí hasta hoy. Tal vez algunas cosas sí hice bien.
Una de las cosas que más me sorprendió cuando me mudé a Europa cue que las calles estaban en silencio. La gente no se saluda. Todos se mantienen separados. La primera Navidad que pasé en Milán fue dura para mí. El fin de año es una época muy importante para mi familia. Reunimos a todos.
Cuando fui al Inter, sentí un golpe muy fuerte en el primer invierno. Llegó la Navidad y me quedé solo en mi apartamento. Hace mucho frío en Milán. Esa depresión que golpea durante los meses helados en el norte de Italia. Todos vestidos de oscuro. Las calles desiertas. Los días son muy cortos. El clima está húmedo. No tenía ganas de hacer nada. Todo esto se combinó con la nostalgia y me sentí como una mierda.
Seedorf fue un amigo increíble, él y su esposa prepararon una cena y me invitaron. Estaba todo muy bonito y delicioso, pero la verdad es que quería estar en Río de Janeiro. Ni siquiera pasé mucho tiempo con ellos. Me disculpé, me despedí rápidamente y regresé a mi departamento. Llamé a casa. ‘Hola, mamá. Feliz Navidad’, dije. ‘¡Hijo mío! Te extraño. Feliz navidad. Están todos aquí, el único que falta eres tú’, respondió.
Se podían escuchar las risas de fondo. El sonido fuerte de los tambores que tocan mis tías para recordar la época en que eran niñas. Podía ver la escena frente a mí con solo escuchar el ruido por teléfono. Maldita sea, comencé a llorar de inmediato.
Lloré muchísimo. ‘Está bien, mamá. Disfruta entonces. Que tengas una buena cena. No te preocupes, aquí todo está bien’. Estaba destrozado. Cogí una botella de vodka. Bebí toda esa mierda solo. Lloré toda la noche. Me desmayé en el sofá porque bebí mucho y lloré.
Intenté hacer lo que ellos querían. Negocié con Roberto Mancini. Lo intenté mucho con José Mourinho. Lloré en el hombro de Moratti. Pero no pude hacer lo que me pidieron. Me mantuve bien durante algunas semanas, evité el alcohol, entrené como un caballo, pero siempre había una recaída. Una y otra vez. Todos me criticaron. No pude soportarlo más.
La gente decía muchas tonterías porque todos estaban avergonzados. ‘Vaya, Adriano dejó de ganar siete millones de euros. ¿Renunció a todo por esta mierda?’ Eso es lo que más escuché. Pero no saben por qué lo hice. Lo hice porque no me encontraba bien. Necesitaba mi espacio para hacer lo que quería hacer.
Lo único que busco en Vila Cruzeiro es paz. Aquí camino descalzo y sin camiseta, sólo con pantalones cortos. Juego al dominó, me siento en la calle, recuerdo mi infancia, escucho música, bailo con mis amigos y duermo en el suelo. Sólo quiero estar en paz y recordar mi esencia.
Aquí me respetan verdaderamente, veo a mi padre en cada uno de estos callejones. Vila Cruzeiro no es el mejor lugar del mundo, es mi lugar”.