Pasaron tres años desde aquella dolorosa noche, en que el avión de LaMia que transportaba a la plantilla de Chapecoense a Colombia, para el duelo de la final de Copa Suramericana contra Atlético Nacional, cayó en las montañas de La Unión (Antioquia) y se cobró la vida de 71 personas.
Hoy el dolor de las familias, que se han unido más que nunca para superar la tragedia, se siente en la afición de este club chico de Brasil, que en las últimas horas sufrió un nuevo golpe: descendió a la segunda división de Brasil.
La reciente derrota 1-0 contra Botafogo lo dejó a 10 puntos y sin oportunidad matemática de defender la categoría.
Aunque tras el accidente aéreo, la noche del 28 de noviembre de 2016, varios equipos cedieron sus jugadores al Chapecoense para ayudarle en su recuperación y además el gesto de Nacional de cederle el trono de la Suramericana supuso una importante inyección económica, que en 2017 permitió ser octavo del Brasileirao y disputar la Copa Libertadores, los últimos problema administrativos cobraron en lo deportivo.
En este último año, Chapecoense ya no tuvo más ahorros, enfrentó serias dificultades económicas e inclusive tuvo problemas internos entre sus directivos. Las diferencias se vieron en la plantilla, que sufrió cambios permanentes de entrenador y aparte tuvo fichajes que decepcionaron.
Los resultados evidenciaron la crisis: fue eliminado en la fase previa de la Libertadores por Nacional de Uruguay y aunque soñó con la salvación del descenso tras el triunfo 1-0 contra Sao Paulo, al final no pudo contra Botafogo y confirmó su caída a la segunda división.
La tragedia unió para siempre a Nacional y a Chapecoense y en Antioquia, tres años después, la tristeza sigue latente.