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Nicolás Samper habla de la llegada de James a Everton y otros asuntos.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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08 de septiembre 2020 , 12:32 p. m.

A medida que vamos creciendo la perspectiva de la vida se modifica bastante. Y uno entiende además que una de las mejores fórmulas para sobrevivir a todo es dejar en paz y que lo dejen a uno en paz. Cada quién debe hacer lo que mejor considere para su propio destino, en tanto no dañe el destino de los demás. Y así como la elección es individual de los propios caminos que transitamos es más que esencial evitar oír más voces de las necesarias para tomar ciertas decisiones en la vida.


Porque hay personas que nunca hacen nada por sus propios rumbos, pero les encanta dirigir con una batuta el sendero de los demás o hacer ver que los que prefirieron irse por algún lado en específico, están equivocados. Es esa bendita costumbre tan poco saludable que todos hemos protagonizado alguna vez. Entonces se puede palpar en diálogos normales esa clase de intervenciones que aparecen de cuando en cuando. Recuerdo un día que me compré un carro con muchísimo esfuerzo y me encontré con un amigo en un parqueadero: era un Mazda 323 de los viejos, un 1.3 de cola recortada, muy usado, pero bueno, ¡era mi carro! La primera respuesta de este personaje al verme montado en el automóvil no fue alegrarse porque de golpe eso para mí era un avance en mi precaria economía. Antes de saludarme, de decir cualquier cosa, comentó:

-Lástima que esos Mazda tienen un problema de suspensión. ¿Y ya pagó esa cáscara? ¡Uy, pero para qué fue a gastarse esa plata en eso!

Ahí respondí: “por eso mismo. Me la gasté en eso porque es mi plata. Yo veré si me voy donde las putas, la dono a las carmelitas o si me compro un Mazda usado”.

El tipo entendió que acababa de meterse en un terreno de esos en el que uno nunca debe ngresar: en el de la vida de los demás. Se quedó callado, refunfuñó un poco -porque la gente que se mete en la vida de los otros termina poniéndose brava además porque uno les puso un límite- y traté de evitarlo desde siempre.

Pienso en eso y pienso en James Rodríguez y en el camello que significa ser personaje público, excusa ideal para que cualquiera opine sin criterio, como el hombre con el Mazda. Porque después del caso del frío -que es una de las mentiras más grandes de la historia-, de tantas vainas a su alrededor, ahora la cosa es que lo de James es un retroceso al recalar en el Everton y que su carrera es un fracaso y que no puede solo, sin Ancelotti al lado.

¡No ha jugado aún y ya se tilda de fracaso! ¡De qué sirve estar en el Real Madrid si no juega porque al DT le gustan otros futbolistas! Es como vivir en el Castillo de Marroquín, pero sin agua, luz ni teléfono. Lindo el empaque, pero… ¿Y lo importante que es jugar? Se generaliza siempre a partir de lo negativo y los fanáticos escupen frases en donde siempre están inmersos el fracaso y la decepción, haciendo eco de aquel viejo periodismo mandado a recoger donde el insulto y la humillación son el argumento menos sólido, pero más vendedor. Bien lo escribió el gran José Orlando Ascencio en twitter: "Acabo de escuchar, hablando de James, que pasa de un Lamborghini a un Renault 4. ¿Por qué no lo dijeron cuando llegó Mina, que venía del Barcelona? También siento que hay como ganar de joder a James...".

Pasa y seguirá pasando. Hace una semana el asunto del día era Messi, tildado por algunos sabios de pechofrío. Justo Messi que ganó 34 títulos con Barcelona en donde fue determinante en la gran mayoría de las consagraciones.


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