Negatoscopio

Opinión de Julián Capera sobre uso de estadísticas en Liga local y fútbol internacional.

Corresponsal Futbolred
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23 de febrero 2024 , 11:54 a. m.

Es el juego después del juego. Una misma silla que es algunas veces un pedestal y muchas otras el banquillo de los acusados. El momento en que la iluminación intensa de los reflectores del estadio voltea la mirada para intentar descubrir aquello que se esconde más allá del marcador, del otro lado de la línea de cal. Tal como hace el negatoscopio, aquel aparato que sirve para observar placas radiográficas mediante la luz transmitida a través de un difusor.


Las ruedas de prensa posteriores a los partidos de fútbol no dan puntos en la tabla de clasificación general, pero sí son un buen escáner que muestra mucho de lo que hay bajo el traje de los entrenadores. Ante la pregunta correcta pueden convertirse en el escenario donde se revela el carácter de un director técnico, su disposición a la autocrítica, su capacidad de liderazgo, su talento para interpretar el juego y gestionar a sus jugadores. Son también una tentación casi irresistible para aquel que tiene algo atravesado en la garganta y necesita con urgencia desenfundar alguna indirecta.

Es el justificadero por excelencia para aquellos cuyos equipos no lucen tan bien como deberían. Casi siempre hay alguna estadística que les permite armar su defensa y explicar a partir de un dato que el marcador es un mentiroso o que la tabla de posiciones debería leerse a partir de otros logros distintos a los goles marcados. Xavi Hernández, entrenador del Barcelona, dijo esta semana (al menos fue después de una victoria) que esta desteñida versión de su equipo, “según el Big Data” debería ser “líder por las ocasiones creadas" en la liga española.

También esta semana el español Mikel Arteta, después de la caída del Arsenal ante Porto en octavos de final de la Liga de Campeones de Europa, descargó el peso de la derrota en una supuesta tacañería futbolística del rival: “No querían jugar”. A lo que respondió Sergio Conceição, ganador esta vez: “Ellos querían jugar, nosotros queríamos ganar”. Lo curioso es que las estadísticas, tan ostentadas en otros momentos por Arteta (y obviadas en esta intervención) dicen que su rival además de hacer un gol, terminó con un registro mayor de goles esperados, remates totales, remates a portería y chances claras.

La data es una novia noble que parece siempre estar. Se aguanta que a veces decidan hablar de su bello rostro, del color de sus zapatos o de la pureza de su alma. Se adapta al que, según su necesidad, quiera direccionar la atención un día sobre la cantidad de remates totales y al siguiente sobre el porcentaje de duelos aéreos ganados en primer tercio. Soporta incluso que la ignoren cuando aparece aquella a quien de verdad todos persiguen: la victoria.

Dijo esta semana Rafael Dudamel (técnico de Atlético Bucaramanga): El triunfo no tiene sustituto (…) No soy un entrenador estadista (estadístico, quiso decir) de cuántas veces pisé el área, cuántas veces me pisaron el área, cuánto tuvimos de posesión. No busco excusas…”. Y aunque resulte divertido que venga de alguien que hasta una tablet sacó en rueda de prensa para justificar una derrota, tiene en parte razón: no hay nada más importante que los tres puntos. Por injusto y cruel que a veces sea el resultado.

Los datos –bien usados- son muy valiosos. A mí me encantan. Permiten interpretar mejor el funcionamiento de un equipo y explicar el desarrollo de un juego. Sin embargo, tienen un problema: son muy susceptibles al manoseo. Si no vienen de la mano del juego –y sobre todo del resultado – no sirven de nada. Incluso equipos que hoy se ven tan mal como el Atlético Nacional de John Bodmer o el América de Cali de César Farías, encontrarán una casilla que les permita escapar al menos un rato del único negatoscopio que al final importa: la tabla de posiciones.

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