¡Basta!

No más violentos que se hacen pasar por hinchas en el fútbol colombiano. Eviten una tragedia.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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23 de noviembre 2021 , 11:50 a. m.

Ya estamos hartos, digo yo. Ya estamos cansados de que cada fin de semana unos salvajes se sientan los dueños de lo que pasa y que además imaginen que por cuenta de sus amedrentamientos, sigan haciendo lo que les da la gana. El domingo fue agredido el bus de Millonarios cuando iba hacia el aeropuerto, tras llevarse un gran triunfo de Medellín. Y aparecieron los que no deberían estar nunca: esos que no les interesa en lo más mínimo el fútbol.

Y uno ya sabe que citar este ejemplo va a generar las reacciones posteriores, porque claro, se ensañan solo contra un equipo, que es el colmo, que miran la paja en el ojo ajeno… nada de eso. Acá es un asunto de comportamiento de hinchas, sin importar el club al que le hagan fuerza. Hay un serísimo problema de comportamiento colectivo frente a lo que ocurre dentro y fuera -sobre todo fuera- de las canchas.

Porque en la primera fecha los hinchas de Millonarios fueron a Manizales a pelear dentro del Palogrande. Los del Huila invadieron el campo en un duelo contra Nacional. Ni hablar de la vergüenza que significó en aquel partido Santa Fe-Nacional ver cómo los hinchas visitantes decidieron invadir el sector familiar y, ante eso, la facción de la barra de Santa Fe atravesó el campo para plantar cara y cómo olvidar los pisotones sobre el cráneo de un animal sobre un fanático santafereño. O en el choque entre Bucaramanga y Tolima en el que integrantes de ambas barras se enzarzaron en enfrentamientos graves que retrasaron la continuidad del partido.

¿O es que aquella noche entre Quindío y Santa Fe en la que hubo de nuevo ingreso de aficionados al campo -en este caso del Quindío- por estar en desacuerdo con el juez Wilmar Roldán, fue apenas un accidente? NO. Es otro acto de salvajismo, exactamente igual a cuando algunos desadaptados decidieron entrar al césped del Pascual Guerrero en protesta con su equipo, el América, en la derrota frente a Nacional, caso similar al vivido por algunos hinchas del Junior en el choque frente al Quindío.

Ni hablar de lo que pasa puertas afuera: hinchas de Nacional con machete en mano atacando a hinchas de Medellín antes del clásico, más de una decena de heridos en el enfrentamiento de barras de Quindío y América, batallas campales entre gente del Cali y de América y de Millonarios y Santa Fe…

¿Dónde están los clubes? ¿Qué hacen los dirigentes para solucionar un problema que, sin duda, tiene que ver con ellos? ¿Cómo se organiza la logística de los encuentros? ¿En qué sitio quedan las alcaldías? ¿Qué ha pasado con los controles a la entrada de los partidos? ¿Qué ha ocurrido con los planes de los gobiernos locales para erradicar la violencia de los barrios producida por el fútbol?

Cuando alguien muera -o mejor, cuando alguien vuelva a morir por culpa de esto- regresarán los mea culpa de ocasión, pero el perro seguirá dando vueltas mientras se muerde la cola.

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