Son dos horas, ocho minutos y trece segundos de charla entre Daniel Habif y James Rodríguez. Entonces había que ver completa la entrevista para ver si era cierto eso que se veía en las redes sociales y en algunos titulares de los medios sobre la idea de que James dejó el Bayern Munich por cuenta del frío. Que fue el único motivo por el que abandonó el equipo que hoy anda peleando la posibilidad de ganar la Champions League con un conjunto brillante.
Y los titulares -que es con lo que muchas veces nos quedamos- dan la impresión de que sí, de que las temperaturas polares son un motivo suficiente para dejar todo. Y desde ese lugar la gente se informa y con ese pedacito del cuento es que empieza a emitir toda suerte de juicios. Y acá vendría otra discusión de la que todos los medios tendrían que hacer parte y es esa seducción hacia el clickbait más que a la información porque lo que importa es la cifra. La verdad la podríamos dejar para otro momento.
Entonces termina uno leyendo cada una de las notas y casi todas arrancan con ese anzuelo. Al ver la nota con Habif James no dice jamás dice que el helaje muniqués fue la razón de su salida. Y vi de nuevo la entrevista de nuevo a ver si es que el equivocado era yo. En efecto James habla de su vida en Munich y echa el cuento de los -28 grados y de preguntarse qué hacía allá más como una anécdota, como un asunto para darle color a la charla y que claro, esas circunstancias hicieron que ciertos momentos no fueran cómodos pero nunca oí que dijera que no quería quedarse en Alemania por ese asunto puntual. Habló de otros momentos peor de incómodos: como cuando estuvo cerca de abandonar todo porque en Banfield no lo ponían y estaba triste por cuenta de la soledad y que Madrid -el lugar que dicen que tanto ama- ha sido difícil por otras elecciones que tuvo Zinedine Zidane. También, cuando es interrogado por el motivador, dice que siente impotencia de no jugar y que es frustrante que no lo tengan en cuenta y que no tenga tantas oportunidades como el resto. Que lo único que quiere es ser feliz.
Se agrega al menú lo del aprendizaje del alemán: bueno, al hombre le costó y no quiso meterle más la ficha al asunto. Listo, a diferencia del portugués, que lo afinó yendo a cine. Diego Lugano le pasó algo similar a James, pero con el turco, cuando vistió la camiseta del Fenerbahce. Lugano comentó que nunca quiso aprender el idioma para no oír las recriminaciones de la decena de diarios deportivos de Estambul y para no oír ldando lora a los directivos del club en un país particular a la hora de sentir el fútbol.
A veces nos preguntamos por qué los jugadores de fútbol nunca se salen de esa zona de confort dialéctica en las que no dicen nada. Casos como el de frío=salida de James termina dándole la razón a los deportistas que prefieren apuntarle al lugar común y al fraseo del se-nos-dieron-las-cosas-el-profe-nos-dijo-que-hiciéramos-bien-las-cosas-un-saludo-a-mis-patrocinadores...