Los brasileños se miraban unos a otros tratando de encontrar una explicación, preguntándose si era verdad que recibían la peor humillación de su historia deportiva. Lloraban, maldecían, gritaban o simplemente se dejaban caer en la playa, mientras el cielo, más negro que nunca en Río de Janeiro, mandaba una lluvia fuerte que parecía más bien un torrente de llanto.
Lea aquí: Scolari tras la derrota de Brasil: "Es el peor día de mi vida"
Eran las 6 y 49 minutos de la tarde del martes 8 de julio de 2014 y el Fan Fest de la Fifa, en Copacabana, era un 'Fan Tragedy'. Alemania acababa de ganarle 7-1 a Brasil en semifinales del Mundial-2014 y la gente no hallaba explicación alguna ni tampoco consuelo.
Las banderas del país que llevaron allí alrededor de 100 mil brasileños estaban emparamadas, sucias, tiradas en la playa. El globo azul con estrellas y la frase Ordem e Progresso apenas se veía. Otras tantas estaban envueltas en los cuerpos tristes y servían para ocultar la mueca de tragedia que se les dibujaba.
Los helicópteros de la policía empezaron a sobrevolar el sitio como un enjambre, las patrullas prendieron las sirenas, los agentes acordonaron la zona y trataron de mantener el orden en medio del gentío. Pero los brasileños en el Fan Fest de Río de Janeiro no tenían fuerzas ni ánimos para reaccionar con violencia. Solo querían que se los tragara la tierra pues acababan de vivir los 90 minutos de fútbol más amargos de su existencia.
La lluvia y los pájaros negros, ¿un presagio?
El partido era a las cinco de la tarde, pero pasado el mediodía ya había gente ingresando al Fan Fest. El día comenzó gris, hacia las 10 de la mañana el sol se asomó más bien tímido y las playas estaban semivacías. A la una y 20 de la tarde empezó a llover en Río. Llovió con furia y el cielo se puso negro. ¿Será de mal agüero?, nos preguntábamos. "Es un mal presagio para Brasil contra Alemania", se atrevieron a decir algunos.
Lea también: Unidos por el mismo dolor: del Maracanazo del 50 al Mineirazo de 2014
Y así fue. Sin embargo nadie, ni el más acertado de los adivinos hubiera pronosticado semejante paliza, ese 7-1 que ya es el resultado más famoso de este Mundial y ahora es también uno de los más trascendentales del fútbol en todos los tiempos.
En el Fan Fest, diez minutos antes de comenzar el partido, después de que escampara y de que el Astro Rey apareciera de nuevo en el horizonte, empezaron a verse nubarrones negros del lado oeste y la brisa advertía que venían hacia este lugar.
Comenzó el partido y los brasileños, con su alegría tan contagiosa y particular, daban señales de querer una fiesta incomparable. No obstante, el primer gol de Alemania, a los 11 minutos de juego, los dejó en silencio. Siete minutos después, un montón de pájaros negros se posaron bajo el cielo, volando lentamente.
Fue entonces cuando los brasileños, también amantes de los agüeros y supersticiosos por naturaleza, empezaron a mirarse unos con otros. Pero no tuvieron tiempo de pensar mucho, porque entre el minuto 23 y el 29 Alemania marcó cuatro goles, elevó la cuenta a 5-0 y le dio inicio a la mayor humillación en la historia deportiva de este país.
Ya los pájaros se habían ido. Ya la lluvia caía con rabia. Ya las banderas se mojaban también por el llanto de los brasileños, que no paraba, como no parecía hacerlo Alemania con sus anotaciones ni Brasil con su debacle.
El gol de Óscar en el minuto 90, el del 7-1, solo fue una anécdota y ahora es un dato estadístico para la historia. Los brasileños trataban de asimilar su peor derrota. Sentado en la playa, con la mirada clavada en la arena, un muchacho vestía la camiseta amarilla con el número 10 de Neymar. La gente lo pisaba, lo empujaba, le gritaba, le pasaba por encima, lo consolaba. Él parecía una estatua abandonada, a la que le brotaba llanto como si le hubieran metido todos esos negros nubarrones.
GABRIEL BRICEÑO FERNÁNDEZ
Enviado Especial de EL TIEMPO
Río de Janeiro
gabbri@eltiempo.com
En Twitter: @gabbritter