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James Rodríguez ha vuelto a vestirse de blanco y, si los rumores son ciertos, será de manera definitiva. Da escalofrío de solo pensarlo.
El retroceso más serio de su carrera deportiva depende ahora del cálculo político de un Florentino Pérez que fue incapaz de defenderlo antes y es muy capaz de sentenciarlo hoy.
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El presidente ‘merengue’ podría decidir que se queda en un equipo idéntico al que le cerró la puerta en 2017: la misma medular con Kroos y Modric, más el seductor Brahim, donde no hay lugar; el mismo tercer violín que sigue tocando Isco pero peor, pues si lo hace mal, ahora le hacen fila Vinicius (19 años), Rodrygo (19), incluso Kubo (18); y un extremo izquierdo escriturado a Hazard, como no podría ser de otra manera. Y no ha llegado Pogba, que ya sería una ‘extremaunción’.
Excepto por la ausencia de Asensio, otro por encima James en la consideración de Zidane, es el mismo hoyo sin fondo del que logró huir y al que se asoma de nuevo, por culpa de su propia incapacidad para hacerse imprescindible en el Bayern Múnich.
No hay nada más vacío que tirar el esfuerzo en manos de quien lo desprecia. Y es exactamente lo que haría James si se queda. ¿Demostrarle a Zidane que estaba equivocado? ¡Si se cansó de hacerlo! En un 2016/17 de nulo protagonismo hizo 11 goles y 13 asistencias y en 2015/16 anotó 8 y sirvió 10. Un tipo de 17 goles y 18 habilitaciones cuando tuvo confianza (44 partidos con Ancelotti) valió tan poco para el DT que no llegó a quitarse el traje el día del doblete de Champions. Él lo sabe: nadar con todo su empeño no lo salvará de ahogarse en la orilla.
Y vale la pregunta: ¿Quiere llegar en esas condiciones a la Copa América 2020 en su país, donde espera coronar sus años dorados vestido de amarillo con un título? ¿Verdad que no?
Si el mejor futbolista de Colombia –con ventaja- quiere un reto necesita escapar de la trampa de Madrid y sacarse, de una vez por todas, la camiseta blanca. Ir a un Nápoles que lo necesita y a una Liga italiana sin la presión atlética de Alemania o mediática de España, sería el mejor de los mundos. El morbo de la revancha en un Atlético incompatible con sus características, incluso valdría como apuesta. Pero quedarse en Real Madrid es condenarse. Habría que rescatar algo de dignidad y asumir que la aventura en el mejor equipo del mundo terminó. La vida, irremediablemente, sigue.