En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de
terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística,
optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada
con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa
navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo
deshabilitarlas u obtener más información
aquí
David Ospina atajó un penal, pero no fue suficiente para clasificar.Foto: AFP
Por:
Jenny Gámez
03 de julio 2018, 04:11 p. m.
Esta historia se cuenta al revés. No desde el pitazo inicial sino de la cercanía del final. Desde el minuto 93 y de ahí para atrás. Desde el instante en que se apagaba un sueño y en un parpadeo se volvía a encender.
Y los penaltis, de suerte, de mala suerte. Gol de Falcao. Gol de Kane. Gol de Cuadrado. Gol de Rashford. Gol de Muriel. Falló Henderson. Al travesaño Uribe. Otra vez en tablas. Respiró el arquero Pickford y respiramos profundo todos. Gol de Trippier. Falló Bacca. Uno más tendría Inglaterra. Gol de Dier. Británicos a los cuartos de final del Mundial, colombianos a casa, pero un momento, no tan rápido: ¡A casa desde el orgullo, desde la satisfacción de haber ahorrado nada, desde el valor que tiene ganar y perder dejando en cada paso la vida!
[]
Inconsolable Mina era un resumen de las lágrimas de los miles de colombianos que creyeron hasta el último cobro que se podía. No fue. Lloraba Ospina, impotente. Necesitaba desahogarse. Lloraba un equipo unido, valiente. Lloraba James, en el banquillo, hundido. Lloraron y lloramos.
Y nos congeló el frío bajaba por la parte superior del estadio sin compasión de nadie. Las manos heladas, los brazos temblorosos y las caras tristes en las tribunas, que ya no alentaban ni a El Tigre, ni a Colombia y sólo despertaban para insultar al juez.
Y nos ilusiónó Mina y ese corazón que no cabe en 1,95 metros de pura fe: minuto 93, cobro de Cuadrado en el tiro de esquina y allá voló, desconfiado, seguro como todo el torneo –como toda su vida- cabezazo al piso y gol. ¡Empataba Colombia 1-1 y obligaba al tiempo extra!
Y temblábamos otra vez pero habíamos mandado al carajo el frío y no sabíamos cómo controlarlo se nos embolataba el latido del corazón en el movimiento involuntario del resto del cuerpo. Sacamos un pie del Mundial y Mina nos lo devolvió a la cancha del Spartak de sopetón. ¡Que felicidad indescriptible! ¡Que frío! ¡Qué 30 minutos de inspiración, inteligencia y fuerza se nos venían encima!
Y tuvimos dos llegadas de Falcao, por fin con apoyo en el medio de Uribe, y tuvimos una más de Mina por arriba y nos salvamos porque quiso la divina providencia que le faltaron unos cuantos centímetros al remate cruzado de Rose al minuto 11 y milagrosamente cortaba la pierna de Barrios un centro prodigioso de Lingard al… vaya uno a saber qué minuto era… y por arriba se iba una opción más de… ¡Que el frío y la tensión ya no dejaban ni ver quién!!
Ospina salvaba una llegada más y ya no valía la pena pensar en nada que no fuera evitar el error, ir hasta donde aguantara el cuerpo, no pestañear atrás y acechar arriba, con garra, con el alma en ausencia de fuerza en las piernas tenía que ganar la cabeza. Y ganó y fuimos a los penaltis y a partir de ahí se escribió otra historia.
Un partido aparte
Dirá la anécdota que los puños de Ospina al 5, anticipaban el peligro en los costados. En 7 minutos dos tiros de esquina y ese intento. La artillería aérea colombiana exigida, como se esperaba, desde el pitazo.
El primer intento, desviado pero intento, fue de Quintero. Y aquel temido Inglaterra tampoco contaba opciones, a pesar de que cada recuperación la convertía en un dolor de cabeza para los de amarillo.
Se aguantó con gallardía, sin proponer mucho pero cortando a tiempo, sufriendo juntos. Era el plan tras una alineación con 7 hombres en la marca más el arquero, más Falcao, que se cansó de chocar-.
Y vino el complemento y no fue una virtud de los de rojo sino un error de La Roca lo que les dio la ventaja: agarrón a Kane en el área y se cayó entero el muro: no valió el reclamo, no vino el VAR a ayudar, no lo podía creer James, pegado al vidrio, rogando el fallo del goleador, que no ocurrió. Gol de Kane al minuto y James impotente apoyaba la cabeza en el vidrio que lo superaba del campo. Sexto gol en el torneo
Luchaba y peleaba más de lo que debía y se llenaba de amarillas el equipo nacional: Barrios, Arias, Sánchez y hasta Falcao, por una reacción atípica, con sangre en los ojos, pidiendo equilibrio en las decisiones de un árbitro decididamente cargado del lado europeo.
Llegó Bacca y ya eran dos arriba sin quién les llevara la pelota, decidió mal en el primer tiempo y fue intrascendente en el segundo Quintero y no había cómo llegar. Y se inventa Colombia lo más difícil, un espectacular pase a Cuadrado quien remató horroroso para perder la más clara opción en 80 minutos. Qué manera de sufrir.
La llegada de Uribe alivió en algo la tarea de los arriba y Falcao llegó a tener dos opciones y un remate a manos del portero. ¡Prácticamente todo el partido esperó para recibir al menos una pelota de frente al arco rival!
Y todo lo anterior es anécdota pura, historia, fría estadística. Excepto que se contó y se vivió con el cuerpo entero temblando. Con el alma entera palpitando por Colombia. Con dolor pero sin drama. Se vivió. Eso queda.