No aparecía, en los primeros 25 apenas contaba un centro a Mina que le cortó Schmeichel y no mucho más.
Pero la crítica se desvanecía con su auténtica joya para abrir el marcador: metía primero un centro defectuoso pero de inmediato corregía, tomaba el rebote y de derecha la ponía suficientemente lejos de la mano del portero, suficientemente cerrada para hacerla rebotar en el palo y meterla al arco. Véanlo, repítanlo, disfrútenlo. Que es una belleza, no hay duda.
A los 36 la recuperaba él, le metía el cuerpo al atacante y sacaba con limpieza la pelota de su zona. Para los que dicen que no ayuda...
El descanso bajaría su ímpetu y el de su equipo y parecía que le costaba el regreso: se ganaba a los 63 una tarjeta amarilla por una falta a Maddison en medio de una tarea de sacrificio que parecía ser el libreto de Ancelotti para los suyos hasta el final.
A los 81 por fin se sacudió Everton y el remate de zurda del colombiano se le fue abierto. Agotado ya no pudo correr cuando la recuperó a los 83 y por la banda le ganó el rival. Tanto correr le iba a pasar factura.
El balance final para Everton supo a poco: se apuntó un golazo pero se sumó un solo punto en casa contra un rival directo. Pero en la calificación individual lo del colombiano fue importante, el golazo le dio vida a su equipo y mostró el sacrificio que muchos le piden.