El día de los festejos, de las caravanas, del amor a raudales que sentirán las jugadoras colombianas en Bogotá se va a quedar corto. Aquí, en Sidney, ese día a pasó. Lo sabemos.
Y no es lo único que podemos anticipar. Podemos contarles que cada día, desde la eliminación a manos de Inglaterra, cada conductor, cada desprevenido ciudadano que logró identificarnos, nos hizo saber cuánto lamentan no tener a la Selección Colombia en el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda. 'Brave', nos dicen. Valiente.
De eso hablan en los programas especializados en este lado del mundo, de ese amor propio que nos les cabe en el cuerpo a nuestras jugadoras, del talento de Linda Caicedo, una figura excluyente, pero también de las compañeras que pasaron sin sobresaltos por encima de Corea, dejaron el alma contra Alemania, masticaron la derrota contra Marruecos y lograron un avance histórico a cuartos de final contra Jamaica.
Y eso que no saben que para llegar hasta aquí tuvieron que gestar una revolución contra el desamparo, la desidia, la discriminación, la injusticia y hasta el irrespeto; que vieron inmolarse a muchas próceres por la promesa del futuro que se escribe hoy, de Sidney a Bogotá, que muchas salieron de su país sin contrato laboral vigente y a su regreso, después de las flores, no tienen certezas de nada. La gloria por el país que suele ocurrir, no gracias a él, sino muy a su pesar.
No tienen por qué saber, en el presente ni en el futuro australiano, que aunque las nuestras llevan años pidiendo una liga profesional de verdad y no un remedo, lo mejor que lograron son tres meses de competencia, contratos estables para unas muy pocas, años de vano discurso sobre la necesidad de achicar la competencia a 12 equipos con un mínimo 48 partido para darles nivel a las jugadoras... Nadie tiene que saber que aunque se ha luchado tanto, no se ha ganado la batalla fundamental.
Así que a 14.000 kilómetros de distancia el agradecimiento no es por el qué sino por el cómo: los cuartos de final estaban en el tope de la lista de objetivos, pero la manera como se aprendió a competir al mismo nivel de las selecciones europeas con el 30 por ciento de sus recursos, la ambición, la seriedad en el detalle, la mística, todo merece aplausos de pie.
Si Catalina Usme tiene razón - y la tuvo desde dijo que no vino a ganarla a Alemania- el título mundial va a llegar de manera irremediable. Porque ya se ganó la madurez para entender la victoria y la derrota en sus justas proporciones, porque esta generación desborda talento y compromiso para corregir lo que venga, porque es lo justo. La mesa tiene buenas voluntades pero le faltan las patas de directivos y marcas, más allá de las modas. Hoy están nuestras jugadoras, como Mérida en la película, listas para la acción. Valientes son. De otra manera no se entendería su lucha.
*Futbolred está en el Mundial Femenino gracias a Fibra Movistar, el internet fijo más rápido de Colombia