¿Habrá un peor coro futbolero que el famoso “sí se puede”? Es un sello seco que marca todos los sobres en los que puede ir envuelta la derrota y en este país, cuando la selección juega, sin importar a qué categoría pertenece, empieza a emerger ese murmullo que, de golpe, se transforma en una ola sonora verdaderamente insoportable y que ha acompasado lastimeramente los tropiezos más espeluznantes del equipo nacional a lo largo de los años.
Ese sí se puede resonó en las paredes del Metropolitano Roberto Meléndez en los momentos más aciagos de la pasada eliminatoria en la que Colombia, contando con un sinnúmero de posibilidades para clasificar a la Copa del Mundo de Qatar en 2022, dilapidó varias veces esas oportunidades hasta que terminó dándose cuenta de que, a pesar del cántico, no se pudo y no se podía porque para clasificar se necesita un equipo que haga goles. Análisis elemental y básico, pero poderoso y válido.
No es solamente eso: la mente es capaz de traer recuerdos pésimos a pesar de que el inconsciente trate de ocultarlos y así como el “sí se puede” es uno de esos actos condenatorios que nos ayuda a enterrarnos y a no surgir, hay otra pieza de colección cuando se trata de alentar al equipo de todos, que la verdad es de unos cuantos. El cronómetro marca el minuto 18 del primer tiempo y el encuentro marca que, hasta ese instante, no hay un dominador claro. De repente hay cinco o seis toques consecutivos y se oye el “ooooole” en varios costados del estadio. De hecho, y la memoria vuelve a darnos referencias de todo tipo, igual que el vendedor de alfombras que nos muestra recortes de todo tipo de colores para escoger el tapete ideal, la mente se traslada al partido Colombia-Paraguay de las clasificatorias a Rusia 2018: Colombia no juega bien pero gana 1-0 y Paraguay, que debe pelear por un resultado, le hace la vida difícil al equipo de José Pékerman. Con el marcador tan estrecho y sin que hubiera un destino muy definido en el juego -que de alguna forma es el mayor encanto con el que cuenta el fútbol, que es la incertidumbre- de repente, ante tres o cuatro toques hacia atrás, la gente empezó a gritar “oooooole”. Pasados cinco minutos, se terminó el partido y Colombia se despedía con una derrota en casa 1-2.
¿A qué van todas estas reflexiones? Con la participación de la Selección Colombia Sub-20 en Bogotá y Cali, donde los estadios han tenido un magnífico aforo, varias voces de hinchas se han levantado para exigir la sede del equipo nacional en detrimento de Barranquilla, gestándose de a pocos, una división regional tan típica de nosotros. No está mal rotar a veces la sede, pero tendría que depender también de las necesidades del entrenador para diseñar una estrategia que haga que esa sede le sea más favorable que otra, en términos deportivos. Tal vez sería la razón más poderosa.
Porque en todos los estadios del país he visto que eso ocurre: el “sí se puede” o el “ooooole” a destiempo y que visitan la cancha para las selfies y no para ver el juego. Es decir, no se trata de ciudad o de escenario; se trata de que reflexionemos como hinchas sobre esas pequeñas-grandes cosas que, por lo general, pueden hacer la diferencia.