Pereira y el sueño

El matecaña hace historia en la Copa Conmebol Libertadores 2023 y sueña en grande.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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10 de agosto 2023 , 03:25 p. m.

A veces somos injustos con nosotros mismos porque nunca estamos conformes. Nunca. Porque cuando soñamos, en algún instante en el que regresa la conciencia y terminamos las etapas de reposo, nos despertamos pensando qué hubiera pasado si aquel sueño maravilloso continuaba. Qué ocurría si Morfeo nos daba unos 30 minutos más de siesta para saber cómo concluía la historia y quedamos mascullando ese “quizás” que jamás va a regresar porque ya, con los ojos abiertos como búhos, seguramente ese instante de la vida nunca más se repetirá. Apelamos a los posibles finales de ese relato como en “Wayne´s World”, pero siempre con esa incertidumbre de nunca conocer cuál iba a ser el verdadero desenlace que la cabeza tendría preparado.

Hoy Pereira se da cuenta de que aquella jornada de encantamiento del sueño se ha extendido. Para muchos aquel anhelo se iría tan brevemente como una siesta de 15 minutos y contaría con el mismo efecto: un leve descanso reparador y a enfilar baterías de nuevo, pero la maravillosa anestesia sigue su marcha, para alegría de todos los fanáticos que bastantes noches de insomnio han tenido que padecer por los cientos de devaneos y por las apneas que hicieron despertar con terror y asfixia hasta al más incrédulo de sus seguidores, hasta hace no muy poco tiempo. Porque si de sufrimientos se trata, Pereira ha sabido caminar por los senderos más escarpados del Gólgota. El famoso descenso de 1997, con el dolor agregado del triunfo 2-3 de Unicosta a Millonarios y que nunca quedó tan aclarado, las campañas numerosas en las que el equipo dio malos pasos, la nueva pérdida de categoría en el 2011, producto de una escalada espantosa de partidos sin poder ganar, 34 en total, con el agregado de que el día que lo consiguieron, aunque fue contra su máximo rival, Once Caldas, lo hicieron gracias a un gol en contra. El resultado no podía ser otro que perder la categoría, pero lo que vino luego fue peor: a diferencia de su primera relegación, que lo mantuvo tres años fuera del circuito, la siguiente lo mandó al nocaut de la B durante nueve años.

Y se podría seguir recorriendo ese viacrucis marcado además por numerosas crisis administrativas que lo dejaron fundido, casi a punto de desaparecer, pero el sueño arrancó con ese valioso tanto de Leo Castro en Medellín y con las atajadas providenciales de “Chipi Chipi” Castillo en la final que se definió por penales ante el DIM. El sorteo de Copa dejó incógnitas y algo de rabia: debutar en Libertadores y chocar ante Boca Juniors y Colo Colo parecía una nueva burla del destino, casi como si un hincha del Once Caldas hubiera sido el encargado de arreglar ese fixture.

Nada, hasta ahora, ha sido capaz de alterar el sueño: las apneas desaparecieron, no estuvo más Freddy Krueger como libretista elegido de sus recurrentes pesadillas y no hubo necesidad de recortar la fase 4 -que es la más profunda a la hora de dormir- porque la vejiga le dio por llenarse a mitad de la noche.

Haber eliminado a Independiente del Valle es otra etapa más en este descanso de tantos dolores futbolísticos. Vale la pena haber visto a tipos como Aldair Quintana limpiando sus pecados y dejando atrás su pasado en Nacional que estuvo cerca de condenarlo; a Juan Pablo Zuluaga siendo alma y vida; a Juan Quintero haciéndose patrón y a Johnny Vásquez símbolo de lucha; a los hermanos Rodríguez -a los buenos- peleando y siendo un incordio para los zagueros que chocan contra sus férreas voluntades; a Fory, otro de los que quiso tener una nueva oportunidad en la vida luego de que en Nacional no le tuvieran mucha paciencia, volando por izquierda y haciendo goles determinantes; a Eber Moreno vistiéndose de velocista y a Santa Cruz marcando el que puede ser el gol más importante de su vida, pero lesionándose a la vez; da gusto ver a todos los que componen la nómina del equipo que reformó casi que por completo sus nombres por cuenta del éxodo masivo que les produjo el éxito de ser campeones.

Y claro, da mucha alegría ver a Alejandro Restrepo levantarse como un gigante, después de ser relevado de la dirección técnica de Nacional, hecho que supo ser un durísimo golpe, tan fuerte como el que le dio el malaleche de Sornoza en el empate que los dejó afincados entre los ocho mejores del continente.

Pereira ahora piensa en Palmeiras. ¿Clasificará? Eso no importa. Lo realmente trascendental es que Pereira se está dando el gusto de soñar. Y eso es lo más lindo que le pueda ocurrir a un club que vivió tantas noches de vigilia.

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