El final del partido no es necesariamente el cierre de la escena. Después de la última pared hay todavía otro mundo. Uno fantástico, con seres quiméricos que asumen el protagonismo cuando se abre el ropero que comunica con la sala de prensa. La de los entrenadores del fútbol profesional colombiano es una raza especial.
“Los traen por buenos y los sacan por malos”: desempolva alguien cada vez que despiden un director técnico en nuestro país, para intentar resumir la dinámica de una profesión en la que nunca se puede terminar de desempacar del todo y – salvo algunas excepciones – una pequeña sequía de victorias pone sus maletas en la puerta, no sin antes el protocolario espaldarazo de los jefes que es en realidad un ultimátum y suele convertirse en empujón algunos días después.
Ahí va la criatura de moda. Con alas (de águila), cejas siempre altas y un acento gomelo cada vez más cercano al de Juan Daniel Oviedo (exdirector del Dane), intenta catequizar a nuestro balompié chibcha con su lenguaje moderno. Lucas González es aire puro para un fútbol que históricamente ha sido muy bueno para reciclar caras y relatos, y que solo a veces intenta apostar por los nuevos.
Sin el presupuesto de la mayoría de los equipos grandes del país, juega mejor que casi todos ellos. Discursivamente hay algunas cosas que parecen una exageración, pero tácticamente parece estarlo logrando. Ha convencido a su plantilla de cambiar el chip y entender el juego de otra manera. Un tipo que en sus conferencias habla de fútbol; una obviedad que al final del día no lo es tanto. Todo esto causa picazón en una tierra alérgica al cambio y en la que muchas veces, desde la pereza mental, se le baja la caña a lo nuevo sin siquiera tratar de entenderlo: “el fútbol ya está inventado”.
Desde el bosque le grita un zorro, un viejo zorro. Muestra los dientes Jorge Luis Pinto, uno de los técnicos colombianos de más renombre en la historia. Campeón en Colombia, Perú, Costa Rica y Venezuela; y de los nuestros, el que más lejos llegó en una Copa del Mundo: cuartos de final en 2014. Desde su regreso al FPC para salvar al Deportivo Cali del descenso, ya lloró en una conferencia de prensa, ya les lanzó dardos a los árbitros y ya criticó a varios colegas (González y Restrepo de los nuevos; y de sus contemporáneos, Hernán Darío Gómez, con quien alguna vez casi se va a los puños en un partido de CONCACAF y a quien evitó saludar esta semana cuando se volvieron a cruzar en campo).
En la otra orilla, ‘Bolillo’, ya ‘ciego, sordo y mudo’ ante este tipo de críticas, como él mismo dijo: “soy como Shakira”. Otro tipo con muchos soles y muchas millas como entrenador que intenta encontrar la pócima que tantas veces usó ‘Julio X’, Sir ‘Pelo e’ burra’, para descifrar Barranquilla, una de las plazas más difíciles del país.
En una villa aparte, la de los procesos largos, ha quedado solo la melena morena de Alberto Gamero que está por completar tres años y medio al frente de Millonarios. Periodo en el que ya logró un título de Copa, pero aún no ha podido conquistar la liga. A pesar del buen juego mostrado en largos pasajes de los torneos, su misma gente brama ya por una nueva estrella sobre su escudo.
Ha cruzado el ropero de vuelta Hernán Torres. Con el alma perseverante, trabajadora y terca de la mula se convirtió quizá en el técnico más importante en la historia del Deportes Tolima: en esta etapa ganó una liga y una superliga (único título del club jugando como local), disputó cinco finales y clasificó al equipo a octavos de final de Copa Libertadores por primera vez con el formato actual.
Será cuestión de tiempo para que algún portal se vuelva a abrir y lo regrese de nuevo a aquel fantástico del mundo del que muchos reniegan, pero en el que casi todos quisieran estar.