Magüireño

Opinión de Julián Capera sobre caso Quiñones, entre México y Colombia.

Julián Capera

Julián Capera

Foto: Archivo particular

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25 de agosto 2023 , 11:47 a. m.

Explotó una mina, se desbordó el río y mataron otro líder social. A pocos kilómetros del codo suroccidental del país está Magüí Payán, un pequeño municipio del departamento de Nariño con menos de treinta mil habitantes. Una de esas poblaciones colombianas que de tanto en tanto aparecen en las noticias por alguna tragedia que -casi siempre- tiene mucho que ver con el abandono estatal.

Quiso Dios que allí, rodeado de selva y de rios -el Telembí, el Patía y el Magüí- naciera Julián Andrés. Bendecido desde siempre con una magia diferencial en sus piernas y dueño de una profecía en el barrio, según la cual un día la trocha lo llevaría a la gran ciudad y persiguiendo una pelota lograría abrir una ruta distinta a la que el destino tenía ya redactada para él y los suyos.

A los dieciocho ya había desempacado en Nuevo León. A miles de kilómetros de casa, el magüireño empezó a enseñarle su nombre al fútbol mexicano. Como un auténtico Tarzán, se hizo rey entre Tigres (UANL), Venados y Lobos (BUAP).

En 2021 llegó a Atlas y sus números se hicieron mayores. Anotó 36 tantos en dos temporadas. Justo en la época en la que la Selección de su país empezó a padecer anemia de gol, a Julián le sobraban dosis del antídoto. Pero aquí se prefirió la medicina tradicional, esa que - a propósito de pandemias - ya no generaba ningún efecto.

En junio de este año, América de México pagó casi seis millones de dólares por sus derechos económicos. Quizá ese fue el último campanazo. Y tampoco le hicieron caso.

Parece ser ya demasiado tarde. A pesar de la inclusión de su nombre en la prelista para el inicio de las eliminatorias, todo indica que Julián no jugará con Colombia. En pocos días recibirá la documentación que lo acredita como ciudadano mexicano, y según los propios directivos y entrenadores de la Federación de ese país, se producirá entonces su primera convocatoria. ‘’Julián es mexicano, ya hablamos con él, se siente mexicano. Él quiere jugar para México, se siente identificado por la oportunidad de vida que recibió”: declaró hace unas horas Jaime Lozano, director técnico de la selección mayor.

Seguramente ahora se intentará redireccionar a la opinión pública diciendo que Quiñones le dio la espalda a su país y prefirió defender los colores de una tierra donde nació. No se contará en ruedas de prensa oficiales y medios de comunicación amigos que la paciencia tiene un límite, sobre todo en la corta vida del futbolista.

Magüí Payán no verá a su hijo en la Selección Colombia. Y a la larga (más allá de un par de menciones de un narrador emocionado que vuelve siempre a la geografía para adornar el gol o de algunos reportajes de noticiero sobre cómo viven las abuelitas de los futbolistas sus partidos en el equipo patrio) nada iba a cambiar, seguirían en el abandono de siempre.

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