Los equipos mágicos de Popovic

El recuerdo de Nicolás Samper del entrenador serbio que supo consolidarse en Colombia.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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11 de agosto 2020 , 08:56 a. m.

No fui tan viejo para ver a Vladimir Popovic campeón pero sí me tocó ver cómo equipos que condujo el serbio, fallecido anoche en su país, hicieron hasta lo imposible para poder levantar un título en nuestro fútbol y no pudieron. Nos quedamos con esa imagen -los de mi generación- de aquellas formaciones que dirigió y que no alcanzaron a apuntarse en la gloria porque, así como Brasil en el Mundial de 1982, merecieron mucho más de lo que finalmente consiguieron.


Primero hay que mirar hacia 1985 sobre el Pascual Guerrero. Vladimir Popovic consiguió armar una sociedad futbolística que luego nos trajo beneficios extraordinarios. Justo Popovic, que había jugado contra Colombia en el Mundial de 1962, terminó edificando como entrenador el tándem que sacó al país de ese pozo negro en el que cada cuatro años entrábamos en el momento de encarar una clasificatoria hacia Copa Mundo. Popovic es quien pone en escena aquella sociedad entre Bernardo Redín, que con 22 años quería llegar lejos, y Carlos Valderrama, rescatado del ostracismo vivido en Bogotá jugando para Millonarios. La combinación fue exitosa desde el inicio: Redín, mucho más próximo al gol por su prodigiosa pegada, y Valderrama, capaz de filtrar pases imposibles y criado desde sus inicios en Pescaíto con un imán en el pie del que la pelota no se zafaba, hicieron lo que quisieron durante los torneos 85 y 86 y pusieron a facturar a todos los delanteros que podían alinear, no importaba si era el gran “Checho” Angulo, el currutaco Gilmar Aponzá, el genio llamado Carlos Enrique Estrada o el siempre efectivo “Piripi” Osma. Fue frustrante ver que semejante equipazo no pudo colgar estrellas en su escudo y más doloroso para sus hinchas que el campeón en aquellas temporadas fue el acérrimo rival de patio, América de Cali, que vivía sus horas más felices con Gabriel Ochoa -fallecido un par de días antes que Popovic- y que rasgó la Libertadores en finales perdidas contra Argentinos Juniors y River Plate.

En 1994 aterrizó en Bogotá para dirigir a un Millonarios al que ya se le estaban apergaminando las vueltas olímpicas y su idea era ser campeón. Lo pudo hacer durante 70 minutos hasta que un gol de Juan Pablo Ángel lo dejó en medio de la tristeza de otro subcampeonato. Aún así, esa tarde en El Campín en la que Millonarios derrotó 3-1 al América, la gente lo llevó en andas como si hubiera obtenido el título y el pobre Popovic sólo alcanzó a saludar a medias a la gente que lo vitoreaba en los cuatro costados del estadio porque la mayor parte del tiempo en el que estuvo ahí, encaramado en los hombros de un desconocido, lo gastó secando las lágrimas que no podía detener en medio de la inane celebración. Antes de esa postal, Vladimir había hecho bastante por tratar de recuperar el rumbo: fue el que ubicó a Edison Domínguez como 3, donde vivió sus mejores tardes. Domínguez había llegado un año atrás procedente del Junior rotulado como 10, pero Popovic le encontró su lugar en el mundo como lateral. Juntó en el mediocampo a Carlos Rendón, Orlando Maturana y John Mario Ramírez, todos preciosistas del juego, y con esa fórmula Arnoldo Iguarán, Freddy León y cuando entraba, el “Piripi” Osma -inolvidable aquel gol in extremis que le hizo a Nacional en un durísimo triunfo 3-2 en el inicio de las finales- destruyeron defensas adversarias sin ninguna clase de contemplaciones, tanto que esa temporada Millonarios marcó 105 goles. Tanta vocación ofensiva le trajo desequilibrio a manos llenas -recibió 73 tantos y tuvo en su contra dos goleadas estrepitosas en menos de 15 días frente al América (5-0) y Junior (4-1)-.

Un año después siguió con la misma tónica y gracias a ese espíritu de ir siempre al frente, los hinchas de Millonarios todavía tienen fresca la Copa Libertadores de 1995 porque en esa edición el equipo divirtió a la gente (los partidos ante la Católica con un 5-1 a favor, el 1-0 en medio de la lluvia con golazo de tiro libre de Domínguez ante la U de Chile y la victoria ante Nacional 2-0 previo apagón de luz en el estadio, el triunfo frente a Alianza Lima 2-0 en el que Rendón y Osman López marcaron pero en el que Cancelarich fue figurón sacando dos pelotas imposibles a Gerson Lente y Waldir Sáenz).

Hasta que de nuevo Nacional se atravesó en el camino y lo dejó fuera de la lucha por el título de la Libertadores en cuartos.

Así eran los equipos de Popovic. Vale la pena recordar no solamente su memoria, sino su obra que, en estos dos ejemplos, terminó inconclusa.

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