Cordón de plata

Opinión de Julián Capera sobre impacto social del fútbol y relación con el arte.

Julián Capera

Julián Capera

Foto: Archivo particular

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15 de septiembre 2023 , 02:57 p. m.

En una colina boscosa del Distrito Siete de Zúrich se esconde la sede oficial de la FIFA, el lugar desde donde se han tomado importantes decisiones respecto al juego que mueve al mundo. A algunos kilómetros, en una bodega privada, reposa parte de la colección del maestro Fernando Botero. Hay allí un lienzo de 95 x 163 centímetros que rinde honores al fútbol. No al de la FIFA: el de los billones de dólares y las sospechas permanentes. Honores al fútbol en la más genuina de sus expresiones, el fútbol virgen, inmaculado. El fútbol de los niños.


No hay demasiada complejidad en la pintura, como tampoco en el fútbol de los niños. Ni siquiera se ven las porterías, ni guayos con taches. Solo ella, su majestad la pelota en todo el corazón de la escena, y diez jugadores (cinco con camiseta roja y cinco con camiseta blanca) en torno a ella. No hay números telefónicos ni figuras geométricas que complejicen con táctica, tampoco rayas de VAR. No hay ni líneas de cal o un árbitro. Es la absoluta sencillez del juego que no necesita tantos adornos; y que en la calle o el potrero encuentra lienzo para ser arte.

El juego que nos mueve la vida hasta el último suspiro, hasta el último deseo. Como el de Miguel Ángel, aquel niño hincha de Millonarios que conmovió al país hace algunos meses cuando pidió -unas horas antes de que se le practicara la eutanasia por una enfermedad terminal- conocer al plantel del equipo de sus amores y despedirse así de este plano terrenal. Ese juego que conquista corazones y de vez en cuando nos ayuda a ver la vida desde el ángulo correcto.

Comparten eso el fútbol y el arte. Ambos son capaces de emocionarnos al punto de sumergirnos en un viaje de sentimientos al pasado. Llevarnos a los años felices del colorear sin salirse de la línea punteada y del ‘mete gol, gana’. Hay una frontera común, un hilo sagrado que los que une y que permite entender la emoción de un tipo como Falcao García, con una vitrina repleta de enormes trofeos, al recibir un sencillo dibujo de un tigre voluminoso (regordete), hecho con un plumón.

El fútbol y el arte son, en sí mismos, un acto de fe: van más allá de lo que vemos y de lo que otros aceptan como realidad. Capaces, en ese sentido, de burlar un rato a Caronte, el barquero; y de permitir a algunos blindar por un rato su cordón de plata. Seguir existiendo después de dejar de respirar. Vivir en la memoria de la gente, como Miguel Ángel, como Fernando.

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