Congreso admirable

Opinión de Nicolás Samper sobre la culpa a los deportistas por parte de políticos.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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18 de agosto 2023 , 09:48 a. m.

No he visto el primer congresista que haya sido capaz de darle UNA mísera alegría al país. Y debo autoplagiarme porque ayer escribí eso en Twitter al ver un video en el que la senadora Isabel Cristina Zuleta, perteneciente al Pacto Histórico, decía que a los futbolistas no se les juzgaba por el dinero que ganan, en el marco de un debate en el que se propuso rebajar el sueldo a los congresistas.

En general, los políticos son todo lo contrario. Son proveedores de muchas vergüenzas. Cuando se espera que ellos aparezcan para hacer las leyes, para aprobarlas y darle un sentido a semejante sinsentido llamado República de Colombia, se van, hacen componendas para que no se cumpla con el quórum necesario para impulsar un cambio, solamente por citar un acto muy común. 

Ah, y hay que aplaudirlos si es que no se ausentan porque además cuentan con la gran dicha de recibir auxilios y pasajes si es que viven fuera de Bogotá, sin olvidar que su período legislativo les da la maravillosa gabela de tres meses de vacaciones, que antes y hasta hace poco eran cuatro. ¡Y qué mala cara hicieron varios de ellos que, fatigados ante las sesiones, fruncieron el ceño ante el recorte vacacional!

Por tan flacos servicios a la patria un congresista en el país se echa al bolsillo la suma de 43 millones 418 mil 152 pesos oro que algunos se guardan en sus alforjas sin siquiera ser capaces de haber creado una especie de secta que los vote sin miramientos: varios de ellos terminan instalándose en las mullidas sillas de cuero del senado y de la cámara porque a partir de las listas cerradas y el voto preferente, el elector sufraga por el partido y no por un nombre específico y ahí es donde se van colando algunas rémoras y parásitos que se encargan de llegar a un lugar que ni siquiera merecen.

Y claro, también les da para lloriquear y hasta para bravuconear si es que les tocan el salario, como pasó también con la senadora Karina Espinosa, del Partido Liberal, que, cual si fuera ciudadana engañada cuando una oferta de trabajo con un salario base de repente se transforma en una reunión de empresa multinivel en la que las ganancias dependen del esfuerzo en ventas del paciente, dijo sin ponerse colorada que “nosotros de verdad tenemos que saber en cuánto nos va a quedar el salario.

Y si nos sirve o no venir. Y si no, que nos dejen en las regiones y hacemos los debates virtuales”. Alguien tuvo que decirle que no, que la que no nos sirve es ella.


Como si fuera poco y como para completar tanto sainete, regresemos al caso de Isabel Cristina Zuleta, aquella que considera obsceno que un jugador de fútbol gane plata, pero que entiende que no hay seres humanos que aporten mayores dosis de sacrificio que los honorables congresistas.

Para sustentar su disparatado discurso arengó un anexo del que uno no sabe si es merecedor de risas o de llanto: ““Yo he visto aquí en este Congreso el esfuerzo y la dedicación. Yo misma he pasado noches enteras leyendo un montón de leyes de la República…”. Le agradezco desde esta tribuna a Zuleta que lea. Siempre hace falta.

Nuestro país que siempre va en contravía de la lógica nunca les dice nada a estos muchachos que además se eternizan en su función política sin hacer mucho ruido, como Juan Manuel Corzo, famoso por decir que el dinero que ganaba como congresista no le alcanzaba para echarle gasolina al carro (una vergüenza por donde se le mire) y que hoy es embajador de Colombia en Paraguay. Seguro que en Asunción el combustible es más barato.


Pero, eso sí, cada vez que hay una oportunidad, se les recrimina a los futbolistas que porque no hicieron un acueducto en su pueblo; que porque la estrella que juega en la Serie A es incapaz de instalar un puesto de salud en el lugar que nació y que cómo puede ser posible que la carretera de ingreso al caserío donde emergió un medallista olímpico estelar aún no haya sido pavimentada por él, como si fuera su responsabilidad y no. ¡Las carreteras deben hacerlas los políticos! Les echamos directamente la culpa a los deportistas que se criaron, no gracias a Colombia, sino a pesar de ella.


Somos un país que premia al mediocre, dándole voz, voto y sueldo generoso sin merecerlo y que castiga al que se esfuerza. Y hago el mea culpa correspondiente porque fui injusto al decir que no hubo un solo congresista capaz de brindarnos una alegría y sí existió: Raimundo Emiliani Román, creador de la Ley 51 de 1983 en la que se impusieron los lunes festivos.

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