De golpe...

Nicolás Samper espera que Queiroz acierte en la Selección, a pesar de la gestión de la Federación.

Nicolás Samper, columnista invitado.

Foto: Archivo Particular

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05 de febrero 2019 , 01:48 p. m.

La Copa América está a la vuelta de la esquina y nosotros todavía esperando entrenador. No es culpa, claro, del DT, sino de la gestión -qué a veces parece indigestión- lenta, de una dirigencia que tuvo desde el día que en el estadio Spartak, cuando Pickford nos quitó la ilusión revivida antes del final del juego por el gol de Mina, para establecer con claridad un plan de recambio sobre el seleccionador. Y pasaron muchas cosas, pero tampoco pasó mucho; se sabía que había algo pendiente pero nunca se hacía algo efectivo como para solucionarlo.

Muy parecido a cuando desde el viernes en el colegio usted sabía que tenía que hacer para el lunes una maqueta del sistema solar y recién el domingo en la noche usted, con toda la carga de presión y culpa que significó derrochar tiempo valioso, le decía tímidamente a sus papás el domingo a las 10 de la noche que si ellos sabían de alguna papelería abierta para comprar bajalenguas y pelotas de icopor.

Queiroz -luego de que firme su vínculo- tendrá trabajo, mucho, y poco tiempo también. De golpe sale bien la cosa -porque a los entrenadores de selección hay que apoyarlos porque enarbolan una causa común, más allá de los gustos y con el espacio de crítica que cada quien considere en su concepto sobre su trabajo-, pero la sensación es la de ver cómo hubo tiempo de sobra para pensar mejor las cosas y cómo esas horas y esos meses, siete en total, se despilfarraron en nada. Ni siquiera en cavilaciones.

Preocupa ver lo de los jóvenes: porque de las Sub 20 se alimentarán las selecciones de mayores y las sensaciones que ha dejado el equipo en el Sudamericano no son gratas. La imagen es pálida y el Mundial de Polonia parece lejano -entendiendo que no podría existir un sistema más generoso de clasificación porque de seis candidatos, cuatro se llevan el premio de la clasificación- salvo que ocurra algo fuera de lo común, que ha sido poco acierto en el dominio de pelota, errores de definición, inocencia en momentos límite -un gol en contra al minuto 95 y con apenas dos jugadores defendiendo en un instante en el que el 0-0 no era una dicha pero no era un mal resultado- y desajustes defensivos.

Pero de golpe la cosa funciona, de golpe sale bien la apuesta y las matemáticas y los resultados aparecen en el último instante y entramos a la Copa del Mundo.

Todo en este tiempo parece manejarse así: con la premisa del “de golpe”, del “quién quita”, es decir, a la espera de que una palmadita afortunada del destino logre tapar lo que no se ha hecho y que el resultado triunfal le eche barniz a un espacio vacío de planificación deportiva y repleto de improvisación en todos los cajones. Igual al instante en el que tras largas búsquedas se veía la luz prendida de una papelería y salvábamos en el último segundo la tarea del dichoso sistema solar.

Pero está el riesgo también de que preciso ese día, el dueño de la papelería se enferma y decide no abrir. Y ahí es que uno maldice no haber hecho las cosas el viernes. Pasa en el colegio; pasa en el fútbol también.

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