Drama de controladora del avión de Chapecoense: 'yo también sobreviví'

Yaneth Molina, operadora de la sala radar en la noche del accidente, recuerda la pesadilla que vivió

Yaneth Molina, controladora aérea del avión del Chapecoense, junto a su esposo Carlos Acosta.

Yaneth Molina, controladora aérea del avión del Chapecoense, junto a su esposo Carlos Acosta.

Foto: Juan Augusto Cardona

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28 de noviembre 2017 , 06:47 a. m.

— ¡Señorita, Lima Mike India 2933 está en falla total, eléctrica total, sin combustible!
— Vectores señorita, ¡vectores a la pista!
— La señal radar se perdió, no lo tengo, notifique rumbo ahora. Usted está a 0,1 milla del borde de Rionegro (…) No lo tengo con la altitud Lima Mike India.
— Nueve mil pies, señorita. ¡Vectores, vectores!

Yaneth Molina recuerda con precisión cada línea de ese diálogo. El avión Lima Mike India 2933 (en el alfabeto de deletreo de la Organización de Aviación Civil se toman las primeras letras del nombre: en este caso, LaMia; además del número de matrícula del avión) entró a su control a las 9:30 p.m. del 28 de noviembre de 2016 por el sur de Antioquia.

“En su primer llamado no dejó traslucir ninguna preocupación con la pudiéramos inferir la cercanía de la tragedia”, rememora Molina.

Ese no era su turno. En la programación mensual la jornada de la noche de ese lunes estaba asignada a otra compañera. A ella le correspondía el día. Pero como Molina tenía que ir a matricular a su hijo en el colegio, pidió cambiar el turno. “¿Por qué me tocó a mí?”, aún se cuestiona.

La atención de la controladora se dividía en ese momento entre un avión de bajo costo que había pedido aterrizar en Rionegro, y otras cinco aeronaves que estaban bajo su responsabilidad. La situación se complicó cuando por la frecuencia, el LaMia solicitó prioridad para el aterrizaje por combustible. En sus 22 años de experiencia era la primera vez que dos aeronaves solicitaban prioridad.

“(El Lamia) llega y hace la fila porque había dos aeronaves primero por debajo de él. Es un procedimiento rutinario. Hacen circuito (empiezan a dar vueltas en el perímetro cercano). (El piloto) me recibe las instrucciones y no me dice nada. Me llamó la atención que tenía la voz tranquila. Cuando se declara en emergencia ya el avión era ingobernable, sus motores se habían apagado”, detalla Molina.

En ese momento el avión de LaMia empezó a descender sin hacer caso a las instrucciones de la sala radar. En el monitor de la controladora la aeronave bajaba sin control desde los siete mil metros de altura. Molina tomó la determinación de proteger a los ocupantes de las otras aeronaves porque dos aviones estaban en la trayectoria de descenso del LaMia, cada uno con 150 pasajeros a bordo. “Hubiese sido la mayor tragedia en vuelo de los últimos tiempos”, dice.

Para superar cerro Gordo la aeronave requería estar a más de 10 mil pies (tres mil metros), por eso, cuando el piloto reportó que estaba a nueve mil pies (2.743 metros), Molina supo que el impacto era inminente. Solo quedaba activar los protocolos de rescate para encontrar los sobrevivientes.

Cuando Molina activó el plan de emergencias se enteró que a bordo venían los jugadores de Chapecoense. Luego fue sometida a pruebas para determinar si había consumido licor o estupefacientes, y después redactó el informe que debía presentar. Los reportes de prensa le mostraron la dimensión de la tragedia. Hasta las seis de la mañana estuvo en el aeropuerto. A esa hora tomó el bus que la llevaría a Medellín. La pesadilla apenas empezaba.

“Días después se dan a conocer las frecuencias, lo que pasó entre la sala radar y la tripulación. Peor aun cuando salió mi nombre, estaba muerta en vida. Todo el mundo me señalaba. Me considero también una víctima de una serie de hechos que terminaron en un episodio como este”, relata.

Recibió amenazas por redes sociales y por teléfono. Según Carlos Acosta García, esposo de Molina, una moto se parqueó por largo rato al frente de la unidad residencial donde vivían. Luego lo siguieron, bajando del aeropuerto, otros dos motociclistas. “Fueron manifestaciones de que las amenazas iban en serio”, dice.

Acosta recordaba junto a su esposa el accidente del lago de Constanza (2002), entre Alemania y Suiza, cuando chocaron dos aviones que dejaron 71 personas muertas. Dos años después, el padre de dos niños fallecidos en el accidente asesinó a cuchillo al controlador aéreo en su hogar.

“(En el audio) ella tenía la voz tranquila pero le sudaban las manos, el corazón se le salía del pecho. Hubiera querido sacar la mano de esa frecuencia y salvar a la gente del avión, porque su hijo también es piloto”, añade Acosta, que también es controlador aéreo.

Molina sufrió estrés postraumático. Tuvo vacaciones obligados durante dos meses, en los que no paró de llorar. “Un año después las heridas siguen abiertas. Fue un episodio muy doloroso, gracias a mi familia y mis colegas he podido salir adelante. Hice las cosas bien, tomé las decisiones que eran”, añade.

La dura depresión y el estado de zozobra culminaron en marzo cuando se encontró con el hijo y el papá del piloto Quiroga. Se vieron en un restaurante del aeropuerto José María Córdova. Yaneth estaba acompañada de su esposo y su hijo piloto. El señor habló primero:

— Señora Yaneth, yo vine porque quería conocerla y preguntarle: ¿por qué no dejó aterrizar a mi hijo?

Molina le contó que el piloto no había informado a tiempo la emergencia, que había otras aeronaves primero, que el problema había sido la falta de combustible, razones que el hijo del piloto escuchaba con atención en la misma mesa. Molina le tomó las manos y le dijo que ella había hecho todo lo posible para que su papá y los otros 70 pasajeros a bordo se salvaran. El muchacho se paró y la abrazó. Le dijo: “Yo ya lo sabía, gracias”.

Yaneth dice que luego de ese momento, al fin, se liberó. “Fue muy duro, muy difícil pero aquí estamos”, concluye.

Ya no quiere que vuelva a repetirse en su memoria “vectores señorita, ¡vectores a la pista!”.

 
Juan Diego Ortiz Jiménez
ADN Medellín
@JDiegoOrtiz en Twitter

Yaneth Molina, controladora aérea del avión del Chapecoense, junto a su esposo Carlos Acosta.

Yaneth Molina, controladora aérea del avión del Chapecoense, junto a su esposo Carlos Acosta.

Foto: Juan Augusto Cardona

Redacción Futbolred
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