El rey ha muerto, viva el rey. Sí tenía un talón de Aquiles el que todos consideraban el Champions Team y lo puso en evidencia una máquina de ataque que se instaló con justicia en la gran final en la que habrá nuevos protagonistas posando con La Orejona.
Manchester City pasó muy por encima de un Real Madrid desconocido en la semifinal de vuelta de la Champions League y lo goleó 4-0, con autoridad, sin jugadas polémicas ni dudas, en franca lid. Adiós al equipo merengue de su torneo fetiche, ahora el que sufre es el Inter al ver semejante demostración de poderío.
Fue, desde el pitazo, un concierto celeste, una descarga de ataques que de puro milagro no había terminado en gol... de puro Courtois, quien les negó a los locales dos goles cantados, uno de Haaland que, volviendo y de manotazo, habría sido gol hasta en la play.
Parecía que esas gestas del portero que suelen anticipar impactantes victorias de los suyos volverían, pero al frente estaba una máquina de ataque, voraz, letal, incansable.
A los 23 minutos apareció libre Bernardo por la derecha para castiga al belga y 1-0. Y solo Kroos se animaba a responder con un remate al travesaño, antes de la dosis definitiva: Bernardo, de nuevo, les cabeceó a los gigantes blancos de frente al arco, en una gran jugada de Gundogan, y a los 37 gritó el 2-0.
Y había saliva suficiente y hambre y ganas de humillar al campeón de Champions en el complemento y así ocurrió: la fatalidad del autogol de Militao dejó saber que ya no habría milagro blanco y a los 90+1 el recién llegado Julián Álvarez coronaba el repaso británico. Un solo azul. De principio a fin.
Nunca aparecieron loe tan temidos Benzema o Vinicius, nunca hubo asomo de reacción, nunca un rival hizo ver tan pequeño al Real Madrid. Avanza el City a la final en claro rol de favorito contra Inter. Avanza Guardiola hacia la leyenda... si es que hacía falta.
