El juego aquel de 11 contra 11 en el que siempre ganan los alemanes ha quedado reformulado: siempre ganan los de Guardiola.
Manchester City se igualó 1-1 en la vuelta de los cuartos de final de Champions League, ganó 4-1 la serie y dejó listo el uniforme, que casi ni ensució, para el siguiente obstáculo, nada menos que el 'Champions Team', el Real Madrid.
Los británicos habían hecho ya buena parte de la tarea en el Etihad y eso facilitó el libreto: había que sacar toda la artillería en el pitazo para asegurarse y de paso intimidar, y luego administrar, sabiendo que el dueño de casa se iría con todo, en modo tsunami, desde el arranque por el descuento. Salió tal cual.
En los primeros 10 minutos se jugaba a una velocidad de F1, con un intenso Sané, un Pavard haciendo estragos por izquierda y un Choupo-Moting mostrándose entre los centrales, ganando cada duelo. Así llegó la mejor opción del primero, quien apareció libre pisando el área pero soltó un remate tan cruzado que casi besó el palo.
Y después más de eso, de correr mucho pero con poca precisión en la última puntada, mientras el City, agazapado, esperaba el momento Upamecano del partido... ¡qué serie horrible tuvo, cediendo dos tantos en la ida y metiendo terror puro en su área en la vuelta!
El francés pudo ver pronto la roja en una falta a Haaland como último hombre, pero un fuera de lugar previo lo rescató; y después abriría la mano en un intento de rechazo dentro del área para un penalti que pilló el VAR pero, que en un acto de clemencia, Haaland tiró a las nubes.
Parecía que era su redención, pero no: a los 57 minutos perdió en el mano a mano con el noruego, quien lo dejó regado en la carrera al arco y le definió al portero a placer. Ay Upmecano.
En fin, no era ni mucho menos culpa suya el rotundo dominio de un City que no sufrió nunca el partido, que hasta cedió un dudoso penalti de esos que solo ve el VAR para el 1-1, obra de Kimmich a los 81, del partido que era premio para el esfuerzo alemán pero no cura para la eliminación.
La realidad es que en ese momento, cuando ya terminaba el partido, y había muerto la ilusión a manos de Haaland, ya nadie quería otra cosa que la piedad del cronómetro.
La serie resultó mucho más sencilla de lo planeado, no se endosará a la cuenta del recién llegado Tuchel, quien a todo esto salió expulsado por sus constantes reclamos, pues esto ya estaba así con Nagelsmann y ahora viene la final anticipada, el tan esperado y tan taquillero cruce entre Manchester City y Real Madrid, el mejor del momento contra el mejor de la historia de la competición.
El telón cayó sin la expectativa que generó el sorteo. Ahora solo queda esperar a que ingleses y españoles hagan justicia a esta definición de Champions.