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La Troja
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"Si vienes a Barranquilla y no vas a La Troja es como si no hubieras estado nunca en esta ciudad".Esto dice un parroquiano de este l

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07 de julio 2011 , 08:16 p. m.

"Si vienes a Barranquilla y no vas a La Troja es como si no hubieras estado nunca en esta ciudad".Esto dice un parroquiano de este lugar emblemático de la salsa.

¿Qué sucede allí?: ¿una revuelta popular?, ¿una concentración de fanáticos religiosos o el mítin de algún político que regala dinero? se preguntará un visitante desprevenido que, un viernes o un sábado por la noche, aviste a una cuadra de distancia la esquina suroriental del cruce de la carrera 44 con la calle 74, en inmediaciones del estadio Romelio Martínez. Este fragor de música y baile se llama La Troja, el más emblemático estadero de salsa de Barranquilla.

A las 10:00 p.m., en su amplia terraza cruzada por los cuatro vientos, la diversión ya ha alcanzado su clímax y ha cobrado la forma que la caracteriza: una rumba colectiva, popular, desenfrenada y pacífica, donde todo el mundo, aun sin conocerse, alterna con todo el mundo y en la que participan, semana a semana, de 300 a 500 personas de todos los estratos sociales.

"Es como la oficina del sabor -dice Alfredo González, uno de los habituales del sitio-. Si vienes a Barranquilla y no vas a La Troja, es como si no hubieras estado nunca en esta ciudad".

El goce en La Troja es fundamentalmente bailar salsa. Esa expresión cultural, ya universal, tiene en Barranquilla una larga tradición arraigada, sobre todo, en lo más popular de la ciudad. Es una liturgia dionisíaca de la cual La Troja es uno de los templos más sagrados.

Extrañamente, La Troja no tiene pista. Los parroquianos bailan en los espacios entre las mesas, tanto las parejas como quienes van solos.

"Bailas solo y a nadie le importa" nos dice uno de ellos. Ese hábito solitario ha dado bailarines de salsa virtuosos, como el legendario 'Negro Ray', que derrotó al caleño Evelio Carabalí, 'Watusi' (ya retirado), en 1973; así como a Willie 'Salsita', 'El Mambo', el Johnny, 'Michie Bogaloo', el 'Chuchu', 'Drácula', 'Sandro' y 'Bleyck' Buelvas, todos los cuales han desfilado y siguen haciéndolo por La Troja.

La noche en que llegamos a reportear esta nota, encontramos a la actriz Rita Bendeck. "Acabo de bailar con un taxista -contó, eufórica- y el tipo fue de una caballerosidad respetuosa. En La Troja todo es auténtico y superrespetuoso: es una maravillosa cofradía barranquillera".

Julia Wismer, joven turista suiza a la que hallamos integrada a esta hermandad, sintetiza: "Es pura vida". Y como ella, son muchos los extranjeros que visitan La Troja, hoy convertida en toda una institución.

En el principio, un kiosco.

Este lugar empezó, más de 40 años atrás, siendo apenas un modestísimo ventorrillo.

Edwin Madera, su propietario, cuenta que sus orígenes se remontan al 26 de febrero de 1966, a pocas cuadras de allí, en la avenida Olaya Herrera entre las calles 70 y 72, frente al parque Surí Salcedo, sector que para entonces era de los más elegantes de la ciudad. Se trataba de un cobertizo hecho con cuatro cañas de guadua, que soportaban un techo de palma -y que es lo que justamente se llama en la costa caribe una "troja"-, dotado con un enfriador y un aparato de música.

Sus propietarios iniciales -que lo construyeron para su propio disfrute- abandonaron el sitio; el mesero y barman que lo atendía, un joven de Cereté (Córdoba), decidió dejárselo a su paisana Zunilda Velásquez de Madera, quien lo asumió el 16 de enero de 1967. Zunilda, además de cerveza y música, empezó a ofrecer comida corriente y refrescos, con el apoyo de sus tres hijos, incluido Edwin. El sitio era conocido como el kiosquito ABC, debido a que los locutores y empleados de la emisora ABC de Todelar, situada a una cuadra, eran sus parroquianos más asiduos.

La música que allí se oía comprendía vallenatos, salsa, rancheras y hasta tangos. En 1981, al morir su madre, Edwin tomó el control del negocio y una de sus primeras decisiones fue "adoptar el concepto antillano". Lo hizo después de haber realizado un periplo de bohemia y aprendizaje por los mejores estaderos de salsa que había en Barranquilla: La Cien, La Casita de Paja, La Isla Antillana, el Ipacaraí, el Bulerías, el Taboga, La Gran Vía y otros. "Me convencí de que podía llegar lejos con esa música", dice.

Compró discos por lotes; adecuó el local con cinco mesas de concreto y 30 banquitos de madera, y para relanzar el sitio como nuevo estadero de salsa, decidió darle un nombre que resultara acorde con su nueva identidad. Entonces recordó que cuando llegó por primera vez al lugar con su madre, en 1967, había encontrado, escrito a mano en el piso de cemento: "La Troja, 26 de febrero de 1966".

La Troja acababa de nacer. Al principio, él mismo fue DJ, barman y mesero. Al poco tiempo, el lugar era ya uno de los estaderos más concurridos y respetados por los salsómanos de Barranquilla.

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