Hacen parte de la nueva cosecha de goleadores que se forjó viendo al Tino Asprilla danzar en Italia e Inglaterra y a Freddy Rincón cabalgar encima de sus piernas a un ritmo desenfrenado. Además, nacieron el mismo año -1986, Falcao el 10 de febrero y Jackson el 3 de octubre-.
Pero sus vidas han seguido rumbos distintos. El delantero nacido en Santa Marta llegó a River Plate cuando recién cumplía los 15 años. Ascendió rápido en las divisiones menores y debutó cuatro años más tarde con el asentimiento de Leonardo Astrada. Después fueron cuatro años donde se convirtió en la esperanza y sello de gol en el decadente equipo de la banda cruzada.
Paralelamente a cinco mil kilómetros, un morocho atacante debutaba con la camiseta de Independiente Medellín y vivía un proceso a la inversa. Mientras Falcao ascendía la escalinata que lo llevaba directo al estrellato, Jackson bajaba con sollozos al sótano de los estrellados. Cada vez que cogía la pelota y le rebotaba como si fuera de cemento, de la tribuna se desprendía una silbatina ensordecedora que un día lo hizo reaccionar.
Claro que los relatos se volvieron a cruzar en 2008 como si fueran cadenas de ADN. García Zárate ganó el campeonato con River de la mano de Simeone y Martínez Valencia recordaba que en su sangre también corrían glóbulos de goleador y anotó once goles que le dieron el subcampeonato al DIM.
Y el 2009 fue la ratificación que la ranchera no se equivocó cuando decía que no hay que llegar primero, sino saber llegar: Jackson dio el salto definitivo del banco de suplentes a la gloria y Falcao empacó maletas, emigró a Portugal y siguió siendo figura marcando goles en posiciones que cualquier malabarista copiaría para un nuevo número.
La química que cruza la vida del chocoano y del samario, ahora tiene un nuevo reto en común: romper el cerco chileno para que la Selección siga con vida en la eliminatoria. Serán ellos los encargados porque de superar obstáculos y cambiar paradigmas, Falcao y Jackson... sí saben.
Juan Diego Ortiz Jiménez
Especial para FUTBOLRED