'VAR y el mundo de Infantino', por Nicolás Samper

La Fifa quiere justicia, y está bien, pero se están cerrando los caminos que hacen mágico al fútbol.

Nicolás Samper, columnista invitado.

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Foto: Archivo Particular

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29 de junio 2017 , 12:11 a. m.

Dentro de poco el fútbol no podrá ser llamado así, como siempre. Habrá que inventarse otra denominación para nombrar eso que antes era más bonito, más natural y que, por cuenta del presidente de la Fifa Gianni Infantino, está tomando visos robóticos. Todos los que estén en el campo van a tener que pestañear al tiempo en algún momento para que Infantino esté a gusto, si eso es lo que ordena él.

Con el famoso VAR ya estamos sufriendo un poco eso: un juego que tendría que ser más rápido se vuelve paquidérmico y sin emoción. De hecho, los protagonistas ya sienten que hay alguien más importante que ellos y dudan en patear al arco porque suponen que el detector de video los va a sancionar. Le pasó a Chile contra Camerún en la Copa de las Confederaciones y seguirá ocurriendo: el gol se está convirtiendo en miedo porque el atacante, en vez de pensar en rematar a portería, está cavilando al recibir la bola sobre el sanedrín de expertos que está listo para decir que el gol que se acaba de gritar no es. Entonces la pelota cruza la línea de sentencia y ahí, en vez de desatarse la alegría, comienzan los diálogos entre el central y los hombres que están en el estudio de video revisando palmo a palmo la jugada a ver si sí es o si no es y ese tufo a deporte insaboro empieza a cubrir todo el espectro hasta que ese “gran hermano” del fútbol toma la decisión. Cero emoción.

No será lo único, porque por ejemplo la mano será gol también. De acuerdo a las modificaciones si un defensa toca la bola con la mano cuando vaya a traspasar la línea de gol, el árbitro tendrá que pitar gol sí o sí. La mano de Mario Kempes contra Polonia en el Mundial de 1978 o la de Luis Suárez frente a Ghana en el 2010 tuvieron un final que no quiere la Fifa: los árbitros concedieron penal pero en su momento Deyna y Asamoah Gyan lo desperdiciaron. Y así las cosas no le suenan a la Fifa, porque ellos insisten hasta el hartazgo que el fútbol debe ser justo.

Estamos de acuerdo: debe haber justicia pero es que el fútbol no siempre es justo. Y los fallos humanos hacen que también, así como un árbitro pueda y tenga el derecho al error, los futbolistas tengan ese derecho. En algún momento, así como van las cosas, no van a valer el gol de Platini en la final de la Euro 84 porque Arconada falló en el momento justo o convalidarán el tanto que erró Valdano ante Bélgica en el 86 porque eso merecía ser gol.

Si nos guiamos por la justicia a rajatabla, como pretende la Fifa, el Brasil de Telé Santana habría sido dos veces campeón de la Copa con su equipo del 82 y del 86 y Holanda tendría también dos trofeos a su haber: el de 1974 y 1978; pero esos caminos de incertidumbre, que hacían del fútbol algo mágico, se están cerrando poco a poco gracias a Infantino.

Por Nicolás Samper C.

Nicolás Samper, columnista invitado.

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Foto: Archivo Particular

Redacción Futbolred
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