Un mecenas para Millonarios

A la hinchada azul invitarla a enterrar el sueño de "la gran empresa".

Federico Arango, subeditor de opinión de EL TIEMPO.

Federico Arango, subeditor de opinión de EL TIEMPO.

Foto: Archivo particular

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23 de noviembre 2015 , 10:27 a. m.

Hace apenas un año Gustavo Serpa tenía su índice de animadversión dentro de los límites de los del de cualquier persona de a pie. Como usted y como yo, así como amigos, tenía enemigos; gente muy cercana a su corazón y otra que definitivamente no lo soporta. Normal.

Doce meses después, a la cifra de aquellos a los que no les cae bien, se le han sumado, de repente, varios millones de personas al punto de que si su nombre fuera incluido en la encuesta mensual de Gallup no dudo que su popularidad estaría al mismo nivel que la de Samuel Moreno o Nicolás Maduro.

Entonces la pregunta: ¿qué mueve a una persona a abandonar el confort de su anonimato para embarcarse en una empresa en la que es tan alto el riesgo de ver cómo sus caminatas callejeras se llenan de mala vibra?

Pero antes veamos otros casos. César Pastrana también era un completo desconocido hace unos años. Hoy –aunque no faltan quienes critican su gestión- mientras camina por la calle cosecha sonrisas, recibe palmaditas en la espalda, revolotean las mariposas, juguetean los conejos y se aparean los colibríes.

Mientras a uno el fútbol le ha dado antipatía por toneladas, para el otro ha sido un bálsamo, un trampolín a las mieles del afecto popular. ¿Por qué destinos tan disímiles?

La respuesta pasa porque mientras uno vio en un equipo de fútbol, Millonarios, Azul y blanco S.A., la oportunidad de aumentar su capital, el otro tuvo a cargo la envidiable la tarea de ser la cara visible de una inversión sin más fin que aumentar la cantidad de estrellas sobre el escudo rojo.

Son muy pocos los casos –porque los hay, por supuesto: Manchester United hace un par de lustros, Bayern Munich- en que un equipo ha dado plata y gloria. Como ya lo hemos comentado, como ya lo han dicho varios conocedores, el fútbol es un negocio muy peculiar y la primera razón que explica su condición es justamente esa: que es extremadamente difícil lograr en el ejercicio contable de un año estrellas y utilidades.

No es gratuito entonces que aquí y en Kafarnaún los oncenos que encabezan las tablas sean o juguete de un multimillonario –a veces transparente, muchas otras veces no- o punta de lanza de la imagen de un grupo económico cuyos ingresos vienen de otro lado, no del balón. Parafraseando el conocido adagio, hoy podría decirse: “Dame un mecenas y te saco campeón”.

De vuelta a la pregunta inicial habría que decirle entonces a Gustavo Serpa que el mercado ofrece diez mil alternativas de inversión mucho más tranquilas. Desde cría de porcinos hasta alquiler de maquinaria pesada pasando incluso por “repos” de Fabricato.

Especular con Millonarios le puede en algún momento traer algún rédito, no lo descarto, pero antes superará a su tío Horacio como el más impopular de la familia.

Y a la hinchada azul invitarla a enterrar el sueño de “la gran empresa”. Más bien, los invito iniciar una rogativa al santo de su predilección para que pronto se cruce en nuestro camino un mecenas. Pero con visa a USA y pasado judicial vigente, porque ya sabemos del karma que dejan los otros.

Federico Arango Cammaert
Subeditor de Opinión EL TIEMPO
En Twitter: @siempreconusted

Federico Arango, subeditor de opinión de EL TIEMPO.

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Foto: Archivo particular

Redacción Futbolred
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