Gente civilizada

Columna de opinión de Nicolás Samper C. sobre los aficionados al fútbol.

Nicolás Samper

Columnista Futbolred

Foto: A. particular

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04 de abril 2018 , 06:10 a. m.

Llegar a un estadio en Colombia tiene su cuento. Porque si uno está jugando de local, la mente empieza a trabajar más de lo esperado y suponer que una cruel celada va a ser la siguiente escena de nuestras vidas no parece ser algo inevitablemente lejano. Y ojo que la encerrona no simplemente es producida por los hinchas visitantes; incluso algunas facciones locales arremeten contra los hinchas que también van como ellos con el mismo objetivo de vivar su club. Entonces si no hay moneda para la entrada de pronto hay atraco.

Y de pronto cuando uno menos piensa da una mamera ir al estadio. Y no es un escenario remitido a presenciar un clásico de cabeza caliente. No. También un Millonarios-Envigado o un Santa Fe-Bucaramanga o un Equidad-Junior puede ser un dolor de cabeza y todo es nuestra culpa, valga decirlo. No nos sabemos portar bien, como hinchas y eso es un problema porque -y es una de esas discusiones eternas que generan inconvenientes por lo peliaguda que se vuelve- el inconveniente no radica en el espectáculo que se va a ver sino en aquellos que van a ir.

El Colliseum Alfonso Pérez de Getafe es un estadio curiosísimo porque está concebido para que la gente se encuentre, siempre. El escenario -donde incluso la Colombia de José Pékerman ha disputado un par de amistosos- es limpio y muy bien mantenido. Al llegar hay dos canales de acceso para las tribunas, por ejemplo: usted va para oriental. le toca entrar por occidental e irse hacia norte o sur. Entonces usted entra al estadio, lo requisan como debe ser y usted de golpe está situado en norte al lado de hinchas de la otra orilla. Es que el estadio tiene en la mitad una especie de anillo peatonal que cubre todo el estadio y que conduce a que cada quien llegue a su respectiva gradería.

La sensación de estar en los años ochenta se acrecentó al ver que gente con diferentes camisetas se sentaba una al lado de la otra. Rarisimo. Y además había muchos niños gozando del partido. Nunca una escaramuza, a pesar de que en las afueras se consume bastante cerveza, lo que llevaría a justificar equivocadamente algún comportamiento ruin, jamás un pedido de sacar a alguien de alguna tribuna por estar con un distintivo o color y mucho menos voleo de puños. No, la gente va en paz a ver un partido y punto, como dictaría el sentido común. Pero es que se nos ha averiado tanto este, el más común de los sentidos, que esa clase de paisaje es el que nos parece anormal. El de la gente tranquila viendo fútbol y hemos ido normalizando el de entrar a una gradería para estar en Vietnam.

Ganó el Betis 1-0, gol de León y nadie se agarró ni se entrelazaron en discusiones que pasan pronto a los golpes. No, cada quien tomó su propio rumbo y antes de llegar al tren no hubo emboscadas ni vendetta. Todo el mundo entendió que se trataba de fútbol. Y ya.

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